Basta con fijarnos en lo que nos une
2024-07-07
La arquitecta, guionista y escritora Alba Carballal llegó ayer por primera vez a la Semana Negra (habrá, seguro, muchas más), y lo hizo en la Carpa de la Palabra, a las 20.30 horas, con Bailaréis sobre mi tumba, una novela sobre la movida viguesa y la ruta del bakalao. Presentada por Noemí Sabugal, quien confesó su «cariño por la Semana Negra», la gallega confesó no haber vivido el tiempo del que escribe (nació en 1992). A esta época llegó por medio del desastre del Prestige, al que precedieron otras dos catástrofes medioambientales enmarcadas en el lapso entre 1988 y 1993.
Recordar y honrar a las que abrieron camino. Esa es la intención de la exposición Salud, compañeras: 1975-2000, que ayer fue inaugurada en la Carpa de la Palabra con la presencia de cuatro mujeres de diferentes generaciones: Paz Fernández Felgueroso, Gimena Llamedo, Rita Camblor y Carmen Suárez. Los murales podrán verse a lo largo de toda la Semana Negra. Quien fuera la primera mujer alcaldesa de Gijón quiso recordar, en el acto, la progresiva presencia de las mujeres en el panorama político desde que comenzó a hablarse de paridad, en un tiempo en el que «hacerlo no significaba referirse al 50-50%; sino que se hablaba de 40-60». Su corporación, en el año 2000, fue la primera paritaria. «Fuimos una ciudad valiente, una ciudad progresista». La regidora concretó el homenaje en la figura de Carlota Bustelo, diputada en la primera legislatura democrática en las Cortes, en 1977, que comprometió su presencia en 1979 en la lista electoral para Madrid si no entraban más mujeres en los puestos de cabecera. Por entonces solo se pedía el 15%. Y no se consiguió.
A las 18 horas, la mesa redonda Memoria democrática y escuela contó con tres expertos en la enseñanza de la Historia: Enrique Javier Díez, Ovidio Rozada y Alejandro Fernández. El debate, organizado en colaboración con Comisiones Obreras Enseñanza Asturias, puso en solfa la falta de voluntad política de la propia izquierda para solucionar la ya endémica ausencia de la pedagogía sobre memoria democrática en las escuelas. El pin parental y los temas tabú en los manuales de Historia, «como el papel de la iglesia católica, que dio, financió y con el poder que tenía estableció sistemas para convertir a los curas rurales en comisarios políticos, y que llevó a los altares a quienes colaboraron con el fascismo», según contaba Díez, o la incautación de bienes, fueron los dos aspectos más criticados por los especialistas, que alertaron sobre la anomalía de los conciertos educativos y del auge de la «importancia de las redes sociales en la construcción de las identidades». Enseñar la historia reciente, apuntó Rozada, «no es adoctrinar, sino romper el adoctrinamiento».
Y es que solo con pedagogía se puede llegar a generar conciencia. Lo contó, a las 19 horas, Cristina Hermoso de Mendoza, quien junto a Gonzalo Moure presentó su libro Cuando el Sahara sabe a melón y sandía. La obra, orientada a los más pequeños pero disfrutable por todas las franjas de edad, se basa en la experiencia reciente de la autora como periodista en el Festival del Sahara y, poco después, como miembro de la familia de acogida de un niño saharaui que a última hora, tras haber viajado a España, se quedó sin destino hasta que la tía de la escritora decidió llevarlo a casa. No era la primera vez: «había acogido ya a un niño durante la guerra de Bosnia». «No hace falta ser experto en geopolítica para empatizar», aseguró Hermoso. Basta con «fijarse en lo que nos une, en lo que tenemos en común».
A las 21 horas siguió la presentación cruzada de Oculto entre las sombras, de Eduardo Bastos, y La última noche con Edu, de Enrique Pérez Balsa. Ambos autores, el primero de ellos merecedor del premio Wilkie Collins, protagonizaron un entretenido conversatorio con Alejandro M. Gallo en el que se debatió sobre los tipos de novela negra, contraponiendo el ejemplo más suave de Markaris, Madrid o Vázquez Montalbán con el de la nórdica, plagada de «polis depresivos: debe ser por la falta de sol», apuntó Gallo, quien confesó haber temido, al leer a Bastos, encontrarse una obra de ese género. No es así. Mientras que los personajes de Oculto entre las sombras han sido «mezclados en una batidora» para que «salga lo que tiene que salir», Pérez Balsa define su creación como digna de una «mezcla entre Bukowski, Sharpe o Mendoza; un feto, como un alien, pero realista». Para hacerla tuvo que documentarse sobre la prensa rosa y todo, admite, lo encontró, en cambio, en una revista musical, como en la que él trabajó un tiempo. Una y otra, dijo, «somos igual de ruines».