Buscar el hilo

Paula Rodríguez
2021-07-15
Nueve escritores invitados a la SN hablan de la escritura de sus libros; de la chispa que la motivó, las procelosidades de su proceso de documentación o las dificultades y obstáculos encontrados durante la redacción y cómo se resolvieron, con vistas a aconsejar y ayudar a escritores noveles o que aspiran a serlo. Hoy, Causas urgentes, de Paula Rodríguez.
Soy periodista. Trabajé en redacciones, desde adentro y desde afuera, durante treinta y dos años. También hice humor, escribo en una revista satírica, soy activista feminista. Escritora lo pongo en enumeraciones: «periodista, escritora, editora…». Trabajo de escribir. Probé con muchos lenguajes y formas. Y cuando llegué a la ficción, a la novela, tenía ese y solo ese plan: escribir ficción. No tenía la historia, el proyecto. Y eso para una periodista como yo, que antes de apretar la primera tecla ya escribió en la mente de principio a fin, era terrible. Pero aquí estamos. Causas urgentes no es solo mi primera novela negra. Es mi primera novela.
Le dediqué tres años, haciéndome tiempo entre los múltiples encargos que tenemos quienes trabajamos de escribir. Arranqué, como decía, sin plan, aferrada literalmente a una estampita de san Expedito, no porque tuviera apuro sino porque fue la imagen del santo patrono de las causas urgentes lo que me quedé mirando un rato largo el día en que me decidí a empezar. Nunca le había dado mucho crédito a esa idea de que escribiendo se escribe, de que los personajes y las historias aparecen, de que fluye. No soy de las que fluyen en absoluto. A mí dame una consigna, una extensión y un plazo. Sin embargo, me rendí al método. Fueron un par de años tirando del hilo.
El plan fue tomando forma, se torció varias veces; aparecieron los personajes, la historia y la idea. En ese orden.
Pero, claro: no es magia. Hay herramientas. Fui manoteando de lo que tenía cerca. Por ejemplo, el recuerdo de un terrible accidente ferroviario, producto más de la corrupción y la acción criminal que del azar. Un recurso típico de periodista. Una historia en la que, cuanto más se avanza, peor huele todo. Un recurso típico de la novela negra. La historia se fue armando de a fragmentos, de a escenas. Y los personajes surgieron concentrándome en su forma de hablar. También un recurso de periodista: después de años de grabar a personas cuando hablan, le prestás atención a la forma. Y, sobre todo, a lo que no está en la forma: la gente no dice todo cuando habla, no lo dice completo, no redacta, no explicita la idea, más bien lo deja caer en pocas palabras, en vacíos que si sos periodista tenés que llenar y si estás haciendo ficción mejor que no. Los vacíos dicen un montón.
Cuando junté los pedazos —y a eso se parece, para mí, una primera versión—, entonces volví a empezar, con un plan: ajustar la trama y que, en la medida de lo posible, no se vieran las costuras. Pulir la escritura hasta donde me permitieran mis limitaciones. Me importa ¾mucho¾ la forma. Por eso me gusta reescribir. Suelo hacerlo incluso mientras escribo algo por primera vez: van cinco líneas y vuelvo a reescribir y reescribir. No digo que esté bueno. Me cuesta avanzar. Otras personas están llenas de ideas y personajes y no les alcanzan los dedos para escribirlos pronto antes de que se les escapen. Admiro esa habilidad.
Y por debajo, un hilo. Las cosas a las que la historia alude. No porque una quiera dejar un mensaje. Qué pretensión. No. Es más bien buscar ese hilito que hace que la historia tenga un sentido. Al menos para mí. Así fue que, mientras cavaba un túnel para alejarme discretamente, en soledad y lo más posible del periodismo, me acerqué muchísimo a lo que me estaba pasando con él: la pérdida de sentido, ese desconcierto.
El resultado es una historia en la que no hay, como en un policial clásico, un camino hacia la verdad, un enigma que se despeja apegándose a los hechos. Acá los hechos los conocemos desde el principio y las acciones no nos llevan a ninguna verdad. Más bien, a la interpretación más conveniente de esos hechos. El enigma no es, en todo caso, cuál es la verdad, sino qué versión de la verdad se saldrá con la suya. Así fue como le encontré un final feliz a ese momento de frustración y amargura con mi oficio: pude escribirlo, transformarlo en otra cosa, en una historia. Siempre hay una forma y un lenguaje para contarlo todo. Qué felicidad, de vez en cuando, encontrarlos.