Caballitos
Pablo Batalla Cueto
2023-07-12
Es una delicia ver divertirse a los niños en los caballitos del ferial. En el castillo hinchable, en el scalextric. Este último era mi preferido cuando era pequeño: son esos cochecitos y motos que suben y bajan dando vueltas por una pista marcada, como la del venerable juego infantil. Uno ve a los chavales que allá se montan, la emoción de cada vez que el automóvil de los Picapiedra o de la Barbie que conducen pasa al lado de sus padres, las risas, y se da cuenta fácilmente de cuál fue la peor Semana Negra de la historia: la de 2020, la del covid, en el Antiguo Instituto. Una Semana jibarizada, reducida a las presentaciones de libros y los debates; una cosa cultural, pero de esa cultura a la que le gusta recluirse en monasterios, en torres de marfil, despreciar lo popular. Acá no se despreció nunca y tampoco entonces, desde luego, pero, obligados por la pandemia, parecimos eso; esa cosa aséptica y cerebral. La cultura también es cuerpo. Y es la risa de esos niños emocionados. Es contar historias y es vivirlas; ir llenando ese cofrecito de recuerdos que será lo que nos quede cuando seamos viejos. Estamos hechos de historias, de mitos. De las historias que nos contaron y de las que vivimos, y desde entonces contamos; de todas las veces que el vello se nos erizó. La vida, además de lo que nos ocurre mientras hacemos otros planes, no son los momentos que respiramos, sino aquellos que nos cortan la respiración. Y eso es la cultura también. Respiraciones cortadas, sea por el miedo o por los éxtasis de alegría. Y eso nos lo dan las buenas novelas, las buenas películas, y también las buenas atracciones. Ellas también tienen introducción, nudo y desenlace; ellas también son una historia. Y por eso son irrenunciables para este festival, salvo motivo de fuerza mayor.