Cabeza, corazón y generosidad: homenaje a Taibo
2023-07-16
A Paco Ignacio Taibo II no le gustan los homenajes, como él mismo dijo ayer; un desagrado que describió como «guevarista»: el de quien ha hecho las cosas porque las tenía que hacer, por un imperativo moral que no debe agradecerse. Pero ayer recibió uno; uno nutrido, con la presencia de una cohorte de amigos: Carlos Salem, Elia Barceló, José Manuel Fajardo, Fritz Glockner, Luis García Montero, Carlos Bardem, Juan Ramón Biedma, Luis Artigue y Mariano Sánchez Soler. Cada uno de ellos comentó brevemente su relación con PIT, sus anécdotas, los motivos de su admiración, que en el caso de Biedma llega hasta el punto de llevar una foto del autor asturmexicano en la cartera, al lado de la de su mujer. De Paco aprendió el autor de Crisanta una forma de hacer los libros marcada por el compromiso social tanto como por el compromiso con los lectores; «el compromiso de hacer una novela que sea fascinante, apasionante, que a la gente no se le caiga de las manos». Como dijo Mariano Sánchez Soler, Taibo fue «muy importante para quienes escribíamos novela negra en los ochenta. Parece que ahora a todo el mundo le gusta la novela negra, pero éramos más o menos marginales. Sin Paco, la novela negra en España hubiera sido otra cosa; hubiera tardado mucho en aparecer».
Menudearon las anécdotas divertidas, como la relatada por Carlos Salem de la ocasión en la que, «en un festival de novela negra en un distrito de París, un festival muy rojo, muy obrero, cuando va Paco a encender un cigarro le dicen que está prohibido fumar, y entonces Paco monta una asamblea, vota hasta el público y sale por mayoría que se puede funar, y que si se viene la multa, la pagamos entre todos». Es el fundador de la SN un hombre de vicios arraigados, «capaz», bromeó Fajardo, «de deglutir una cantidad no calculada de litros de Coca-Cola; no calculada porque todavía no se conoce el límite; yo he asistido a espectáculos que prefiero no narrar para la salud mental de los presentes».
Pero también se elogió a Taibo en términos más serios, como el intelectual comprometido y valeroso que es. «Antes de conocer a la persona», relató Bardem, «admiré a Paco Ignacio Taibo como activista cultural. A mí no me valen o no me interesan demasiado los intelectuales ajenos a la realidad, que viven en torres de marfil, dedicados a una actividad propia y egoísta; me interesa el intelectual que baja a la tierra, que se mancha con el fango, que se preocupa por lo que le pasa a la gente y que hace cosas para cambiar y mejorar su vida». Glockner relató un momento elocuente de la redacción de su Los años heridos, una historia de la guerrilla en México en la que en un momento dado se topó con la historia de un periodista que, en 1981, robó del escritorio del director de la policía más represiva de México unos documentos con los que demostrar periodísticamente que existía la Brigada Blanca, el cuerpo que asesinaba a militantes mexicanos; pero que, con los años, se volvió «un culero». Dispuesto a eliminar su historia del libro por ese desagrado hacia en qué se había convertido, lo habló con PIT, que lo convenció de no suprimirla: «Paco, de inmediato, dice “¡ni madres! ¡Honor a quien honor merece! Ese güey en su momento arriesgó la vida y gracias a él se conoció esa historia de un grupo de asesinos. Que hoy sea un culero no es parte de tu juicio», relató Glockner, que recordó así que «Paco es fiesta, es locura, es pasión», pero también ese compromiso inquebrantable.
Y por supuesto, se habló también de la Semana Negra, el festival singular, único en el mundo, que él fundó y que, como evocó él mismo, «fue alguna vez definida por uno de sus críticos más brillantes como una especie de Disneylandia para niños trotskistas», definición que Taibo considera buena. La SN se creó, explicó PIT, con «alimentos variados» que eran la tradición cultural asturiana, de la fiesta de prau, la de los sindicatos anarquistas que «hacían concursos de pistola, tenían conferencias sobre el amor libre y comían todo lo que podían». Recibió desde el primer momento un «alud de crítica canallesca» que fue agravando la «lengua viperina» que él mismo reconoce que ejerce «con singular alegría», pero se ha consolidando como —en palabras de García Montero— «un milagro», el milagro de «una fiesta basada en la cultura, en los libros y entre el diálogo entre las gentes que nos dedicamos a la literatura y que estamos comprometidos con la dignidad de la gente, de la historia, con el derecho que tenemos a conocer la historia y a compartir ilusiones colectivas». Con la SN creó Paco algo que «en realidad es una celebración del talento de los demás, una forma de aprender a a admirar». En la SN, recordó Sánchez Soler de las pioneras, «los escritores nos encontrábamos, hablábamos, nos peleábamos y bebíamos».
Paco es, en fin, «cabeza, corazón y generosidad», como lo semblanceó Elia Barceló, «y eso es algo que no es nada frecuente. Si Paco fuera un personaje de una novela, resultaría increíblemente poco verosímil». Por eso le queremos tanto.
Acabado el homenaje, se repartió hasta agotar exitencias el libro Historia(s), que recoge tres obras breves de PIT.