Carlistas, «semifatas» y exmonjes
Asturias no tan negra

Arantza Margolles
2022-07-12
¿Recuerda algo el lector de lo que le contaron en la asignatura de historia en el instituto en lo que al siglo XIX respecta? Por cinco pesetas y evitando la palabra constitución, un, dos, tres… y ya les respondo yo otra vez: seguro que, de funcionar bien la neurona, entre las diez primeras palabras que se le vienen a una o a uno a la cabeza figuran carlista y desamortización. De un libro a otro, del suave olor del libro de texto recién comprado al térreo de la lignina de los papeles viejos, les cuento ahora sendas historias, sucedidas todas en Ozcos, que fueron fiel representación de su tiempo y que hoy en día se guardan, para quien las quiera encontrar, en los libros parroquiales de Vilanova.
Allí existió un monasterio para el que pintaron bastos con la desamortización de Mendizábal, como para casi todos. Mucho se ha hablado de este (fallido) primer experimento del liberalismo español, aunque no tanto de las personas que lo vivieron en sus propias carnes, con la firme excepción (permítanme sacar a airear a mi niña interior) del protodesamortizado y genial Fray Perico (y de su borrico, por supuesto). Pero allí, en estos libros que les comento de Ozcos, están. Asistiendo, por ejemplo, al entierro de Josefa López, vecina de Guieiro que pasó a mejor vida a los 74 años, en 1835. «Se le hicieron las exequias de limosna, y asistieron a ellas todos los exmonjes, que eran diez, incluso yo, el cura», firma quien dice ser (no es nombre inventado) «don Justo Amor».
Es de comprender que ya no quedarían muchos monjes, ni ex ni siendo, cuarenta años después, cuando en la misma parroquia se enterró a María Canel, de 40 años, «soltera y semifata». No era insulto, al parecer, sino definición. Como tampoco el hecho de llamar facciosos a quienes fueran que provocasen el incendio de la casa de un tal José María, del pueblo de Pena, asesinado por los mismos en 1835. No: aquellos, explica nuestro querido, valga la redundancia, Justo Amor, eran «facciosos llamados defensores de Carlos V». Heredamos términos, ya ven, con la misma facilidad con la que recuperamos historias que explican la Historia.