La poesía es revolución
2024-07-13
36 años llevaba Ángel de la Calle sin presentar ningún libro suyo en la Semana Negra. Nunca antes, en la historia de nuestro certamen, quien hoy ya es «director emérito» ha querido hacerlo en un evento que estaba bajo su coordinación. Ahora, su retiro nos resulta feliz no porque no le echemos de menos, sino porque por fin hemos podido disfrutar de su obra sobre el escenario. Fue en la Carpa del Encuentro, a las 18 horas, para presentar Pinturas de guerra con la compañía de su prologuista, Paco Ignacio Taibo II, y con todo un auditorio expectante.
Es esta una obra autobiográfica, que arranca con la llegada de un joven Ángel de la Calle a París, en busca de los pasos de Jean Seberg. Ese será solo el inicio de una inmersión en la historia de las dictaduras militares latinoamericanas, en una de cuyas aventuras conoció a la politóloga Pilar Calveiro, superviviente de la represión de Videla y experta en los campos de detención como en el que ella estuvo presa, en Ituzaingó. «Gracias por contarlo«, dice que le dijo Calveiro al saber de su proyecto. «Yo debí haberle dicho: ‘gracias por sobrevivir’, pero no se me ocurrió. Ese fue el gran premio de este libro«. » No es nuevo Pinturas de guerra; tiene ya unos años. Tristemente, hoy está más de moda que nunca. «El resurgir del fascismo está formado por una horda de neandertales», advertía ayer De la Calle, «pero los neandertales eran simpáticos». Al menos, tomárselo con humor.
No cambiaron los protagonistas, pero sí el orden. Inmediatamente después pasó Paco Ignacio Taibo II , acompañado de Ángel de la Calle, a presentar su última obra, también en parte autobiográfica, aunque muchas de las anécdotas que cuenta no le pasaron, realmente, a él. No importa: se trata de construir, también, lo colectivo, allá donde nos criamos. Afirma Taibo haber escrito este libro no solo para hablar de lo que fue, sino para construir un retrato del futuro, porque «no se puede hacer sin un recuerdo del pasado. ¿Dónde están nuestros recuerdos más íntimos, colectivos, sociales?» Están aquí. La presentación, más bien charla, de quien fuera fundador y primer director de esta Semana Negra, congregó a centenares de personas dentro y fuera de la Carpa del Encuentro. Fíjense si había gente que solo hemos visto a Ander Azcárate en dos presentaciones (aunque a buen seguro ha ido a muchas más): con Rosa Montero y aquí, también, con nuestro Taibo.
Pero: lo de la obra. Se trata de Los alegres muchachos de la lucha de clases. Una recopilación de anécdotas, que, apuntó Ángel de la Calle, dan a entender que «en estos setenta y tantos años te lo has pasado bien». Taibo ni afirmó ni negó: solo siguió leyendo, hablando, contando al personal cómo había ido combatiendo hasta en las más pequeñas batallas. Literalmente, hasta en las más pequeñas, como cuando salvó de una muerte segura a una hormiga de su cocina, impidiendo que Paloma, su mujer, la exterminase. «Ella es animalófoba, pero yo tengo una relación con las hormiguitas franciscano progresista; no con el alacrán, porque soy franciscano, pero no idiota«. Genio y figura.
La presentación de Empeñados en ser felices, de Miguel Munárriz, «una crónica sentimental de una vida entre libros», según definió Marta Robles, fue la primera aparición sobre el escenario del esperado Luis García Montero, que participó del acto junto a Juan Cruz y Ricardo Labra. Y, aunque Munárriz comenzó declarándose un sempiterno tímido no lo hizo nada mal. Recordó, por ejemplo, la anécdota que dio lugar al título del libro, cuando Augusto Monterrosso la pronunció al ponérsele delante un plato de queso, o la pasión por la fabada de lata Mario Vargas Llosa. Munárriz, fundador de la Agencia Dos Passos, tiene anécdotas para dar y para tomar, y, se lo podemos asegurar, es una auténtica maravilla leérselas.
Almudena. Una biografía es el homenaje ilustrado de Aroa Moreno a la desaparecida Almudena Grandes, una obra de la que se habló ayer, en una suerte de presentación cruzada, en la Carpa del Encuentro, con presencia de la autora, de Miguel Barrero y del viudo de Grandes, Luis García Montero, que agradeció a la autora «una obra que la mantiene en nuestra memoria de la mejor manera posible«. Moreno aclaró que el libro estaba escrito desde la palabra «gracias«. Un gracias a Almudena por abrir camino, comprometerse y hablar a las mujeres de su generación ya desde los años 90, con ese ‘hit’ -no solo literario, sino también social- que fue Las edades de Lulú.
«Yo, cuando empecé a vivir con Almudena, empecé a escribir poemas de amor a Almudena» -los recopilados en Completamente viernes, título que tomó del Te llamaré viernes, un titulo complejo que Grandes quiso escribir como contrapeso a Las edades de Lulú- «Apostó por una literatura que no era de bajo consumo, y eso me llamó mucho la atención», confesó García Montero, que abrió su corazón contando anécdotas asociadas a quien fue su gran amor, como, por ejemplo, que los dos se conocieron en Asturias; en Verines (Llanes), concretamente. Desde entonces no dejó de escribirle versos. De toda aquella vida en común, desde el noviazgo hasta la muerte, ha surgido Almudena (1994-2021), una recopilación de poesía para entender que el duelo «se supera cuando pasas del yo al nosotros (…) y que Almudena convive con nosotros todos los días«.
El recuerdo de Paco Ignacio Taibo Lavilla, es decir, Paco Ignacio Taibo I o PIT, llenó de emoción la Carpa del Encuentro con una mesa redonda moderada por Luis Miguel Piñera, cronista oficial de Gijón. El protagonismo lo tuvo, claro, su hijo PIT 2, el hijo de aquel gijonés indómito que fue víctima de la Revolución, de la guerra y de la represión y a quien un buen día (bueno para los mexicanos; malo para nosotros) le dijeron que, a pesar de todos sus esfuerzos, jamás podría ser director de El Comercio -acababa de morir ‘Adeflor’- porque era «hijo de rojo, lo cual a mi papá le pareció un argumento muy insultante. No le decían: porque eres medio rojo, sino hijo de rojo».
Se marchó Taibo asqueado con Gijón y con España; él que había sido periodista especializado en ciclismo sin saber manejar una bicicleta, y que, a su llegada a México, leía libros en inglés sin saber el idioma. El resto es historia. Destacaría después Fritz Glöckner, nuestro Fritz, la naturalidad con la que Paco narraba historias inventadas; y Ángel de la Calle recordó el momento en que conoció al genio, al frente de una librería en Gijón, en los años 70. Es imposible resumirles en estas humildes cuartillas todo lo hermoso que se contó ayer de Taibo. Mejor escúchenlo. Pueden hacerlo aquí.
Tras el multitudinario homenaje a Paco Taibo I, tuvo lugar uno de los momentos más esperados, emotivos y polémicos de esta edición de la Semana Negra: la mesa redonda que en torno al leitmotiv 90 del 34, es decir: noventa años de la Revolución de 1934 en Asturias, reunió en la mesa a Paco Ignacio Taibo II, deidad tutelar de la Semana, Alejandro Gallo, el brazo largo pero nada pesado de la ley, Ramón Lluís Bande, cineasta y guardián de la memoria obrera asturiana, y como moderadora de lujo a la historiadora Arantza Margolles, sacrificada responsable de que llegue hasta ustedes esta prensa A Quemarropa, decana de la Semana Negra.
Comenzó la mesa, como no podía ser de otra manera tratándose de tema tan comprometido como disputado, con algo de caos. Paco Taibo II no aparecía, ni el anunciado Nacho Vegas, músico y colaborador de Bande en la banda sonora de su película Cantares de una Revolución. Por supuesto, PIT II no tardó en reaparecer, tras ser convenientemente invocado por los chamanes, pero de Nacho Vegas ni rastro, por lo que sorteando con gracia y prestancia, o sea: prestosamente, las dificultades varias, inició Arantza la mesa con un resumen sintético pero intenso de la enorme significación de la Revolución del 34 para la historia de Asturias y, sobre todo, de los asturianos, a quienes les fue arrebatada de la memoria histórica durante casi cuarenta años.
Explicó Margolles que era obligado celebrar y no de cualquier forma este aniversario, por lo que de significativo tiene en un momento presente, en el que vuelve a ser muy necesario recobrar el espíritu obrero y proletario revolucionario de aquellos años, reintegrando la gesta del 34 a las nuevas generaciones. Recordó que hasta prácticamente los años 70, con la publicación de la Historia de Asturias de PIT II a cargo del mítico Silverio Cañada, poco o nada sabían los jóvenes asturianos de aquella revolución que tan profundamente marcaría el destino del Principado y en cierto modo de España entera. Recordando que la Semana Negra es no sólo espacio literario, sino también de compromiso con el rescate de la memoria histórica, lucha antifascista y defensa de las libertades, dio la palabra primero a Paco Taibo II, que aunque se moría (casi literalmente, Marx no lo quiera) por salir a echar un pito, abrió la mesa con una larga y personal reminiscencia, respondiendo a la pregunta de Arantza del por qué su obsesión por recuperar la Revolución del 34 hasta llevarla de nuevo a las primeras páginas de la historia asturiana.
Profundamente entretejida con sus raíces familiares, con las anécdotas narradas por su abuelo militante Benito y por su tío Ignacio Lavilla, colaborador del diario socialista Avance, sustancial para la Revolución de Octubre, Paco Taibo II explicó que llegó hasta el 34 porque era todo un hito familiar, omnipresente en las conversaciones de sobremesa de su infancia en México. Era, de hecho, el Mito (se notaba la mayúscula capitular al pronunciar la palabra) familiar fundacional. Por ello, en cuanto pudo se lanzó a buscar a los combatientes del 34 supervivientes, muchos de ellos exiliados en México, llegando a recopilar más de 250 testimonios de primera mano, de testigos presenciales y participantes directos que diez años después estaban ya, la mayoría, fallecidos. Llegó a la Revolución del 34 como a una epifanía, fascinado por personajes más grandes que la vida como Javier Bueno, el director de Avance o Ibáñez, uno de sus redactores. Como el mismo Indalecio Prieto, un socialista moderado que se prestó a colaborar armando a los revolucionarios, símbolo de un momento histórico en el que anarquistas y socialistas pudieron llegar a un pacto revolucionario que, de haber obtenido la misma respuesta en todo el país, habría cambiado su destino.
“Yo quería ser” afirmó PIT II “como Javier Bueno a los quince años. No lo conseguí, pero aún hay tiempo”. Al final, su pionera Historia de Asturias publicada en fascículos en los setenta, se convirtió en un trabajo emblemático de lo que sería su vida como escritor: la de un creador de mitos. Porque “¿Puede Asturias sobrevivir a los tiempos oscuros que se avecinan? Seguramente sí, pero mucho mejor si lo hace teniendo detrás su propio Mito”. Recordando las recientes manifestaciones parisinas del Frente Popular francés, donde junto a la Internacional o la Marsellesa se podía escuchar en castellano aquello de “El puedo unido, jamás será vencido”, Paco Taibo II insistió en la necesidad de transmitir los mitos revolucionarios a las nuevas generaciones, porque “Una sociedad sana no puede existir sin mitos”. Y se fue a fumar.
Pasó Arantza la palabra al novelista, ensayista e historiador Alejandro Gallo, que abordara la Revolución del 34 en su novela La última fosa. Y Gallo, sin que le temblara el pulso, apuntó severo y documentado que, pese a todo, hay que desmontar algunos mitos. Extendió así el marco de la Revolución de Octubre al de lo que también significó allende las fronteras asturianas: una huelga armada general, que tuvo también importante seguimientos y acciones en León y Palencia, que fracasó en el resto de España debido a la represión obrera y campesina de intentonas anteriores, pero cuyo espíritu no era en absoluto nacionalista radical, como quieren hacer creer algunos, sino extendido por todo el territorio nacional, en busca de la revolución generalizada y de evitar que los avances del fascismo en Europa, que ya se habían adueñado de Alemania, Austria e Italia, llegaran hasta la joven Segunda República.
Para Gallo, la celebración de estos 90 del 34 es momento idóneo para desmontar mitos falaces: la Revolución del 34 no fue causa directa, ni mucho menos, de la Guerra Civil, como quieren otros hacer pasar por hecho comprobado. Ya desde años antes los sectores reaccionarios pedían la intervención de Mussolini en nuestro país, para contrarrestar la pujanza socialista del gobierno de la República, que no obstante mandaría a sofocar la Revolución no a simples soldados, que podían haber simpatizado con la causa de obreros, mineros y campesinos, sino a fuerzas profesionales como los regulares y legionarios comandados por elementos como los generales Llopis y Franco, que pronto se convertirían en parte de la rebelión golpista que del 36. Curiosamente, de entre los militares represores, López Ochoa, bautizado como “El Carnicero de Asturias”, fue el más benigno, llegando a pactar con los mineros para evitar lo peor de la masacre, por lo que fue después denunciado por Franco y Llopis. Sobre todo insistió Gallo en recordar la participación en la huelga revolucionaria de mineros y obreros de Palencia y de León, así como en el hecho de su carácter nacional que no nacionalista o regional, reafirmándose en su visión del 34 como “Un ensayo general para la Guerra Civil”, que no su detonante.
Intervino después Bande, con su siempre rico verbo asturiano, recordando que pese a lo dicho y sustentado por Gallo, el hecho asturiano en sí fue definitivo y definitorio del Octubre del 34, pues aunque sin duda fue también un intento de huelga general revolucionaria, solo era posible que su fuego se encendiera en Asturias, por las características peculiares y condiciones objetivas especiales, propias de su aislamiento, de la situación de la mina, así como de su clase obrera y popular, profundamente concienciada y politizada. Es por ello importante, señaló, destacar que la Revolución del 34 es el momento más decisivo del siglo XX en Asturias, una lucha que, aunque fallida, define el futuro y el presente de los asturianos hasta el momento actual, y que exige también por tanto el que empiecen a ser los mismos asturianos quienes se la cuenten, para dar a los hechos una lectura netamente asturiana. Cuando se cumplen estos 90 del 34, concluyó rotundamente Bande, en un momento de nuevo rearme de las fuerzas reaccionarias, con un inquietante efecto espejo respecto a los años veinte y treinta del siglo pasado, es fundamental reactivar la memoria histórica como medio de autodefensa de las clases populares contra la reacción.
Visiones diferentes, a veces enfrentas sutilmente, pero todas ellas claramente afines en dos hechos indiscutibles: la necesidad de recordar la épica y el mito de la lucha de Octubre del 34 y la más urgente necesidad aún de articular esta lectura histórica como medio para frenar ese nuevo fantasma que recorre Europa en alas de la derecha extrema y reaccionaria.
De una a otra revolución. Seguiría la presentación de La revolución escrita, con la directora general de Memoria Democrática Begoña Collado, el cineasta Ramón Lluís Bande, que no se apeó del estrado; Iván Cuevas, coordinador del volumen, y Miguel Barrero. Hubo un ejemplar para cada asistente, que eran muchos, y en el breve espacio que medió entre el inicio -atrasado por las fatales casualidades anteriores- y la llegada de la proyección de 1934, el año de la revolución, ya muchos pensaban en lo que estaba por venir. A las doce, la tradicional velada poética volvió a llenar, un año más, la carpa del encuentro. Recitaron Luis García Montero, Aroa Moreno, Berta Piñán, Marta Sanz, Lorenzo Rodríguez Garrido y El Chojin. Porque la revolución también es poesía. Porque la poesía es revolución.