Lo de las rivalidades localistas va mucho más allá de lo que se piensan. Andan, fíjense lo que les digo, hasta dentro de las propias páginas de los libros de historia y en los palcos del circo. Literalmente, porque ¿a que no sabían ustedes que en Asturias tuvimos también estrellas del circo? Y que el uno era gijonés de tola vida y el otro, ovetense. Al primero lo llamaban «el clown Cerra», era hermano de un concejal del consistorio y su número principal consistía en hacer esparabanes con un gochu amaestrado. Acabó al final de sus días con líos de dinero, denuncias por estafa y mal rollo con sus asalariados, así que, para honor y pundonor de los gijoneses, vamos a finalizar aquí su historia, y saltemos a la del ovetense Arsens Blondin, el equilibrista del Campo de Milicias.

¿Qué clase de apellido es Blondin para un ovetense? Pues ya se lo adelanto yo: uno inventado. Y copiado, además, y concretamente, a Jean François Gravelet, el Blondin primigenio, equilibrista de cuerda allá a mediados del siglo XIX. En realidad, Arsens Blondin se llamaba Federico Álvarez y, contra el apodo de gallego que recibió en Francia cuando llegó a hacer sus equilibrismos sobre el Sena (cuentan que recorrió sobre un cable de alambre toda la distancia que media entre los puentes del Alma y de los Inválidos), era carbayón. Blondin se jugó la vida por todo el mundo y en 1906 pasó al Rif para organizar una banda de música «con elementos moros», porque también tocaba, aunque puso pies en polvorosa cuando vio que la cosa allí no andaba muy bien. Se dice que intentó poner un circo en la Escandalera, y que lo consiguió, aunque de forma provisional; nunca llegaría a ejecutarse su estabilización con una cubierta de zinc. Aquello fue allá por 1902. 120 años han llovido ya y no soltamos la rivalidad localista ni tirándonos aceite hirviendo encima, pero miren, doy yo el primer paso: Blondin moló mucho más que el clown Cerra. Ahí, por boca de una de Gijón de tola vida, quede dicho.