Día de premios en la SN
2023-07-15
Día de premios en la Semana Negra. Se entregaron ayer por la mañana, con la consabida emoción de los autores galardonados con el Rufo dorado, este año un Paco Ignacio Taibo que, en versión no dorada, recibieron también los finalistas, para quienes la jornada también fue una fiesta: sigue siendo un timbre de gloria, que todos incluirán a buen seguro en las solapas de sus libros, estar nominado al Celsius, el Espartaco, el Walsh, el Memorial Silverio Cañada y el Hammett.
El Premio Celsius a la mejor novela de fantasía, ciencia-ficción o terror fue concedido por un jurado compuesto por Rakel Suárez, Jesús Palacios, Julio César Iglesias y Germán Menéndez, a La suerte suprema, de Mariano Antolín Rato, autor gijonés, que, curiosamente, declaró no estar de acuerdo con el encasillamiento de su obra en la fantasía, la ciencia-ficción o el terror: «Yo creo que mi novela es realista», declaró. Su protagonista es un escritor que intenta reanudar su relación telemática con una musa virtual y explosiva cuya ausencia le impide avanzar en la novela que le ha encargado un gran grupo editorial, lo que lo conduce a una búsqueda que lo desplaza por un presente plagado de desastres: incendios, escasez de víveres, robos, artimañas informáticas, terrorismo, ciudades sumidas en el caos, territorios minados, éxodos masivos…; y de personajes peligrosos: delincuentes marginales, caníbales, terroristas, robots asesinos…, en una tierra árida que sufre los desastres ambientales producidos por el repentino e hipnótico avance de un cambio climático devastador.
El Premio Espartaco a la mejor novela histórica correspondió a Odio, de José Manuel Fajardo, una novela en la que, «entre las callejuelas de los barrios marginados de París y Londres, donde la miseria y suciedad todo lo cubre, dos individuos alimentan, en dos épocas diferentes, la misma antipatía y aversión hacía todo lo que les rodea, no encuentran su lugar en el mundo, el contacto cn sus congéneres les tortura. Pronto, el rechazo, sus miedos y elucubraciones dominan sus espíritus, hasta llegar a encontrar sosiego y comodidad en la violencia, el medio ideal para purgar a su sociedad de todo aquello que a sus ojo la corrompe y daña». El autor de este libro que es «como un puñetazo» en sus propias palabras declaró su sorpresa: no esperaba recibir este premio, el primero que recibe en España en veintitrés años que lleva residiendo fuera del país, lo que lo hace estar especialmente agradecido al jurado formado por Luis García Jambrina, Verónica García Peña, Pilar Sánchez Vicente con un voto delegado y Rafael González Ruiz como secretario.
La catalana Núria Bendicho fue la galardonada con el Memorial Silverio Cañada a la mejor primera novela de género negro por un jurado formado por Carolina Sarmiento, Paco Gómez Escribano, Carlos Salem y Carmen Molina (actuando como secretaria). Nos cuenta la sinopsis de su Tierras muertas que «tras una ausencia de tres años, Joan, uno de los vástagos de la familia Capdevila, regresa a casa para encontrar la muerte. Alguien le ha disparado por la espalda en la masía aislada donde vive con sus padres y hermanos, y todo apunta a que el asesino es uno de ellos: la madre, que salió de un infierno para habitar otro; el padre, sin fuerzas y superado por la tragedia; Tomás, el primogénito rudo y de pocas palabras; Maria, condenada a permanecer en la masía por un embarazo no deseado; Pere, que solo desea huir de allí, y el niño, tullido y salvaje. Sobre todos ellos pesa la maldición de la sangre, dos muertes y un terrible secreto. Estructurado como una constelación de voces, el fulgurante debut de Núria Bendicho es una obra oscura y poderosa poblada de personajes marcados por un destino funesto». Una novela que su autora declaró «muy arraigada dentro de la tradición catalana» y «un gran homenaje» a todos sus maestros.
El Premio Rodolfo Walsh a la mejor obra de no ficción de género negro fue otorgado a Obra maestra, de Juan Tallón, la historia inverosímil de la desaparición de una enorme escultura encargada por el Museo Reina Sofía para su inauguración en 1986. El jurado formado por Marifé Antuña, José Luis Argüelles, Carlos Quílez, Miguel Rojo y Pablo Batalla como secretario acordó por unanimidad premiar este «trabajo literario de primera magnitud, magníficamente escrito, de audaz estructura y organización de los materiales derivados de una investigación rigurosa, que con fina ironía pone al descubierto algunas de las miserias del arte contemporáneo y traslada una reflexión de enorme interés sobre lo que es hoy obra de arte y lo que no lo es».
Por último, pero no por ello menos importante, el Premio Dashiell Hammett a la mejor novela negra en lengua castellana fue otorgado a Litio, de Imanol Caneyada, «una obra llena de ternura y compasión en un mundo despiadado» al decir del jurado formado por Elia Barceló, Miguel Barrero, Juan Ramón Biedma, Alfonso Mateo Sagasta y Noemí Sabugal. «Este brutal thriller», nos cuenta su sinopsis, «expone la triste realidad que subyace a la explotación del litio en México, donde la riqueza de la tierra puede convertirse en una maldición para aquellos que la poseen. Cuando la minera canadiense Inuit Mining Corporation descubre uno de los yacimientos de litio más grandes del mundo en una pequeña localidad de Sonora, Ana Ochoa y otros pobladores serán presionados para vender sus tierras a precios irrisorios. Con la complicidad de autoridades locales y la participación del narcotráfico, los empresarios canadienses harán todo lo que sea necesario para conseguir el control del llamado oro blanco». El autor se declaró «incrédulo» por ser el elegido a pesar de estar, dijo, «nominado al lado de autores a los que admiro y respeto mucho», hasta el punto de que «daba por hecho que no iba a ganar, pero ya estaba feliz por estar aquí, en este lugar, que es la meca para los que escribimos género negro».