Disparos al aire
Pablo Batalla Cueto
2022-07-13
Tal vez encuentren, en su recorrido por la Calle de las Librerías, un grueso libro que acaba de ser publicado: Disparos al aire. Se trata de una antología del aforismo hispanoamericano. Un género en boga, el del aforismo, lo que tal vez sea una respuesta —un si no puedes con tus enemigos, únete a ellos— a la brevedad y la concisión que demanda y prescribe la era de Twitter. Pensemos por lo breve, puesto que de pensar por lo breve se trata; seamos capaces de encapsular la alta cultura en minúsculas balas, en la garganta de un colibrí. Este libro viaja hacia muy atrás; hasta los siglos XVIII y XIX, para rebañar el mejor pensamiento breve del continente hermano. Nombres cubanos (como el de José Martí), mexicanos, uruguayos… En conjunto, forman todo un tratado de filosofía.
Algunos de los aforismos podrían ser pintados por las paredes del recinto de la Semana Negra, como trinos de un Libro rojo que esta Disneylandia para niños trotskistas se hubiera propuesto seguir a rajatabla. Esto de Rafael Barret (1876-1910), por ejemplo: «No hay remordimiento más triste que el de no haber pecado». Aquí bancamos fuerte por el pecar. Pequemos; pequemos con gozo y de todas las maneras. Pero también esto del boliviano Franz Tamayo (1879-1953): «A veces se necesita menos valor para escuchar la verdad que para decirla». O esto del peruano Antenor Orrego (1892-1960): «Cuando preguntes algo debes estar siempre a la altura de la respuesta». Del valor de decir las cosas, de enunciar cosas ciertas, por doloroso que sea, sabemos también por acá. Sabemos también, como el boliviano Coco Manto (1940-2022), que «la mediocridad es el arte de no tener enemigos». Y también sabemos, como el peruano Manuel González Prada (1844-1918), que «todo progreso significa dos cosas: una inconsciente continuación del pasado y una voluntaria reacción contra él». Nacemos nuevos y viejos cada año, con constancias, pero también con irreverencias, contra todo y también contra nosotros mismos. Pero ¿qué le voy a contar, querido lector, semanero empedernido, que usted no sepa?