El día de la venganza
Pablo Batalla Cueto
2023-07-10
Leo en Madrid: metrópolis (neo)fascista, de Pablo del Hierro, un pasaje que me da un vuelco al corazón. Es estupendo el libro de Del Hierro, subtitulado Vidas secretas, rutas de escape, negocios oscuros y violencia política (1939-1982); una exploración de cómo la capital española lo fue a partir de la posguerra mundial del fascismo internacional; de viejos criminales de guerra que allá encontraron refugio, y organizaron una red de apoyo que era también una red política, una Comintern nazi radicada en este país en el que, como dice siempre Ángel de la Calle, El hombre en el castillo no es una distopía, sino un documental, porque aquí ganó el Eje. Bueno. El pasaje al que me refiero lo escribió Pierre Daye, un fascista belga, en sus memorias, refiriéndose a la inmediata posguerra; a los años que sucedieron a la derrota del cuarenta y cinco. Es este: «La moral era […] mejor de lo que uno podría haber imaginado. Sentíamos que nada había terminado, que surgirían imprevistos que volverían a poner todo en juego, que nuestra causa era justa y que algún día vendría la venganza. Mientras tanto, teníamos que resistir, resistir, resistir, resistir».
Sobre toda esta SN está sobrevolando la pregunta de si ha llegado ahora, finalmente, ese día de la venganza; si el «nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su hora» de Victor Hugo se aplica hoy a los camaradas de Daye. Nos preguntamos si los libros pueden algo contra eso, y a veces abusamos de la idea de que los fascistas no leen y son fascistas por eso: porque no leen. Como si no hubiera libros fascistas y fascistas letradísimos. El otro día circulaba por Twitter una tira cómica en la que un niño veía embobado la tele, y la sombra de la tele era una anodina sombra cuadrangular; y otro niño leía un libro, y la sombra del libro era un dinosaurio, un castillo, un cohete. La imaginación y tal. Pero bien puede ser que el niño que ve la tele vea Cosmos de Carl Sagan, y el niño que lee el libro esté leyendo Los protocolos de los Sabios de Sion. Un libro también puede ser diabólico. El libro es meramente un soporte, un medio, y los soportes no son ni buenos ni malos; son eso: soportes. Pedestales que pueden serlo de una estatua de Jovellanos o una ecuestre de Franco. Lo importante es el contenido. Y un buen contenido puede encontrarse en un libro o en la tele. También en una noria o un paquete de churros. La SN va de fomentar la lectura. Pero creo que hay que puntualizar que va de fomentar la lectura en libros y en lo que no son libros: todo es texto, dicen los posmodernos, y tienen razón. Y que va de fomentarla, no de idealizarla. Fomentar que se lea, pero un fomento que también signifique horrorizarse por lo que uno puede llegar a leer.