El mejor tirador de Veriña: la venganza de un indiano fracasado
Gijón negro

Arantza Margolles
2021-07-16
Veriña, 1910
Fuera falsas modestias. Decían de Ramón que era el mejor tirador que había en varios kilómetros a la redonda. Y él lo sabía. Figúrense el hecho: un día, en la taberna de Norberto Bengoechea, hablamos de finales del año nueve del pasado siglo, apostó con el resto de parroquianos que sin mucho esfuerzo le metería un tiro a un gallo que andaba por allí en el ojo. Justo en el ojo, sin temblequinas; esquivando el constante contoneo del animal. Y lo consiguió al milímetro. Sí: Ramón Q. era el mejor tirador que había en Veriña, pero no el hombre más afortunado. Detrás de aquella fanfarronería se escondían los fantasmas de una travesía por las Américas que no había salido bien, una suegra que desde su regreso, un año atrás, le afeaba día tras día el no traer una perra a casa y la tisis royéndole los pulmones.
¿Les he dicho que de Ramón Q. decían que era el mejor tirador de Veriña? Sí, ¿no es cierto? Lo era. También en el plano metafórico, porque fue regresar de América y embarazar a Adela, la mujer, tejedora en la Algodonera. Otro motivo más para enfrentarse a Florentina, la suegra. «Ya me tarda que te mueras», recogió la prensa después de que todo ocurriera. No me refiero a lo del gallo. «Ya me tarda que te mueras, volviste de América para aumentar la familia». Y aún más. «Esa enfermedad no adelanta lo que yo quisiera». Pura maldad.
Era el mejor tirador, sí, pero el último tiro lo pegó Ramón Q. el 10 de febrero de 1910. Ese día, Florentina G., señorona residente con su hija, yerno y nietos en una mísera casa de las que estaban subiendo a la Campa Torres apareció a los pies de la escalera, con la cara llena de espanto, inerte, asesinada por un tiro de Browning en el estómago. Un final cruel, pero, conocidas las circunstancias por el común de los gijoneses y vociferado por los chiquillos que al día siguiente vendían periódicos al grito de «¡el crimen de ayer!», que se llegó a justificar en la época como venganza comprensible. En la misma casa, en el piso superior, yacía el cadáver de Ramón Q., que decidió adelantar su muerte por medio de… ¡Ah! ¿Sabían que era el mejor tirador de toda Veriña?