El mujeril flaco bullicio
Mujeres trabajadoras

Arantza Margolles
2023-07-08
Mire usted: en Asturias, por suerte, sabemos bien de lo que hablamos. Aquí tenemos a Ana Roza al frente de Delallama; a Esther Prieto en Trabe; tuvimos a Silvia Cosío con Suburbia; el 50% de Hoja de Lata es Laura Sandoval y quien manda en Orpheus Ediciones Clandestinas es Nieves Penela. Que me perdonen todas la demás a las que mi floja memoria no alcanza, pero la cuestión es que por estos lares andamos servidas de mujeres que publican, que imprimen, que llenan de letras y de mundos maravillosos nuestras vidas. Claro que no siempre fue así. O sí. De vez en cuando. En esta piel de toro hubo bastantes editoras e impresoras, pero mi favorita de las que fueron, con permiso, es Jerónima Galés. Valenciana, viuda de Juan Mey, flamenco y editor, y dueña de su propia imprenta a partir de la muerte de él, en 1556.
Suele decirse: las mujeres fueron impresoras, sí, y dueñas y señoras, pero solo a raíz de la muerte de sus maridos. La cuestión es que Juan Felipe Mey, a quien hoy la primera línea de la Wikipedia lo presenta solo como hijo de su padre pero no de su madre, también estuvo al frente de una imprenta solo por haber nacido de quien nació. No es tan diferente. Ni tan extraordinario. Los negocios se heredan; uno tan técnico como era el de imprimir libros en el siglo XVI, más. De modo que Jerónima también heredó lo suyo y en 1562, cuando publicó El libro de las historias, de Paulo Jovio, decidió prologarlo de la forma que sigue. Por si me preguntan por qué es, de todas, mi particular crush. Ahí va. Olé ella.
Puesto que·l mugeril flaco bullicio
no deve entremeterse en arduas cosas,
pues luego dizen lenguas maliciosas,
que es sacar a las puertas de su quicio.
Si el voto mío vale por mi officio,
y haver sido una entre las más curiosas,
que de ver e imprimir las más famosas
historias ya tengo uso y exercicio:
Iovio Latino, desde tiempo ha sido
el mas rico escritor, y mas ilustre
que ha visto ni verá el suelo Toscano:
I hale dado Español, y de más lustre
el docto Villafranca, agradescido
serás a él, y a mi, lector humano.