Esta web utiliza cookies propias y de terceros para una mejor experiencia de usuario.

Al acceder acepta nuestro ACUERDO LEGAL y POLITICA DE COOKIES.
Si ha accedido por error y quiere salir de forma segura haga click aquí.

XXXVI EDICIÓN
07 AL 16 DE JULIO DEL 2023

Logo
  • INICIO
  • AUTORES
  • VIDEOS
  • A QUEMARROPA
  • GALARDONES
  • EDICIONES

Síguenos:

El periodista en la era del bulo


2021-07-11

 

Kurt Tucholsky, periodista de raza, pacifista y belicista, que vaticinó los peligros del nacionalsocialismo, decía que el periodismo era el tejido de mentiras más complejo que jamás se haya inventado. Aristóteles apuntaba que no bastaba con decir la verdad, sino que convenía mostrar la causa de la falsedad. Y Cicerón, que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Con estas tres citas eruditas abría ayer José Ramón Alarcón, moderador, una interesante mesa redonda que, con el título de El periodista en la era del bulo, reunió en la tarima de la Carpa del Encuentro a otros cuatro periodistas de raza, firmas señeras del jornalismo español: Javier Valenzuela, Manuel Marlasca, Luis Rendueles y Carlos Quílez.

Los ponentes compartieron anécdotas de sus años de ejercicio y reflexiones sobre el fenómeno de las fake news, un término que desagrada a Valenzuela, que lo considera «una manera ridícula y gilipollesca de llamar a las noticias falsas». Se disertó sobre las redes sociales; sobre cómo su democratización «permite», lamentaba Marlasca, «que la opinión sobre Marruecos de Javier Valenzuela, que se ha pasado media vida en Rabat, valga lo mismo que la de un borracho en una red social». Pero se habló también sobre cómo los bulos no son un fenómeno estrictamente nuevo: «las noticias falsas, los bulos, los rumores, las trolas, las mentiras, son tan viejas como la humanidad», aseveró el veterano corresponsal, reconociendo, eso sí, un factor novedoso de distorsión de la verdad en la prisa característica de los tiempos que corren. «El juez no ha levantado aún el cadáver y ya te están preguntando quién es el asesino», ilustraba. Suscribía Quílez que «a veces las cosas van a una velocidad que se nos escapan», y ello provoca a veces que hasta el periodista más veterano incurra en errores.

Hablaron también los ponentes de la precarización del oficio; de las distorsiones que generan, apuntaba Marlasca, «redacciones despatrimonializadas de personal» o cómo «cada vez los periodistas veteranos valemos menos y nos cambian por reporteros que incurren con mayor frecuencia que los veteranos en mala praxis, no porque los veteranos seamos más listos, sino precisamente porque somos veteranos». Los problemas del periodismo se agravan en un momento en el que, además, a juicio de Quílez al menos, «la desvergüenza, la jactancia incluso, con que actúa el poder; el descaro con que se dirigen líneas editoriales y por lo tanto informaciones, es de unos extremos» desconocidos para Quílez en los tres decenios que lleva ejerciendo. «No corren buenos tiempos para el rocanrol», bromeaba.

El periodista veraz debe hacer frente a toda clase de obstáculos: Rendueles recordaba de sus tiempos en Interviú la sorpresa desagradable que experimentó cuando sendas empresas de un perfil más serio que las que solían anunciarse en la emblemática revista comenzaron a desembolsar unas cantidades de dinero que no pagaban publicidad, sino el silencio de la revista sobre sus abusos. Frente a estas cortapisas, Quílez demandaba con un ejemplo de los tiempos del franquismo una solidaridad gremial que también ha dejado de verse: en la época de la dictadura, contó haber escuchado muchas veces de compañeros veteranos, cuando el Gobierno vetaba a un determinado periódico una información que había recibido, el periodista censurado se la transmitía a un colega de otro medio. «Lo importante», expuso Quílez, «es que saliera la información y que el conocimiento de los datos fluyera». Entre que el nuevo periódico era vetado y no, había un breve período de tiempo en el que la información podía publicarse alegando no haber recibido ninguna indicación en contra; y esa agilidad en el aprovechamiento de las ventanas de oportunidad es para el periodista catalán una virtud a recuperar.

El deber de un buen periodista, resumió Marlasca, es «hacer todos los esfuerzos posibles por llegar al a verdad. Seguramente ni así uno llegue a la verdad absoluta, pero hay que ser honesto con uno mismo, con su oficio, por supuesto, y poner todas las herramientas que tenemos. Si no has hecho hasta el último esfuerzo, no has hecho bien tu trabajo».

PORTADA

Contacto:

Oficinas:
Calle Álvaro de Albornoz, 12, Bajo
33207 Gijón - Asturias (ES)
+34 985 160 934

  • AVISO LEGAL
  • PORTAL DE TRANSPARENCIA
  • DIRECTORIO