El Trabajo y la Cultura

Pablo Batalla Cueto
2021-07-16
Estos días, de camino desde casa a la Semana Negra, o de la Semana Negra a casa, voy topándome obras y arreglos varios que están haciéndose en la ciudad. Y como tengo alma de jubilado, me paro a verlos. Tal vez porque yo soy un manazas, siempre me han fascinado, en general, los trabajos manuales, presenciar su elaboración; el espectáculo de unos profesionales diestros construyendo el mundo, poniendo las calles, y ya sea el asfaltado de una calle, el pintado de un paso de cebra, la poda de un árbol o un seto… Me maravilla verlos desplegar sus herramientas, disponer con mimo sus preparativos (los dos palos con un hilo del jardinero para tallar el seto, la cinta adhesiva de quienes pintan los pasos de cebra para moldear sus rayas, los cartones que los asfaltadores colocan sobre las alcantarillas…), obrar, resolver pequeños entuertos…
No es por colgarme ninguna medalla, ni dármelas de modesto, pero nunca he considerado que el trabajo intelectual sea superior en modo alguno al trabajo manual. Y pongo estas palabras en cursiva porque me parece que estamos ante una de esas dicotomías que manejamos coloquialmente pero que, a poco que uno se fije en ellas, ve que sus contornos son porosos. El trabajo manual tiene mucho de intelectual: hay que pensar cómo se va a hacer antes de hacerlo, una tradición que se aprende, un margen de creatividad… Y el trabajo intelectual tiene a su vez mucho de manual: cualquier escritor sabe que un texto es un seto de verbosidad que se poda y una calle de ideas que se asfalta y letrística madera que se lija, se horada, se marquetea, se machihembra… Una profesora que tuve decía que escribir era hacer ingeniería literaria.
Sobre la Semana Negra (sobre la SN completa que ni este año ni el pasado hemos podido hacer) se tiende a pensar que es un festival cultural rodeado de una feria. Pero no: es un festival a secas. Lo que rodea es cultura, también, y también es creación.