El último exorcismo
Diario de un Exorcista

Jesús Palacios
2023-07-16
Mis peores sospechas se han visto confirmadas esta madrugada. Mi supuestamente fiel secretario y escribano, el hermano lego Jesús Palacios, ha estado haciendo llegar a mis superiores vaticanos una copia de todas y cada una de las páginas de este diario, privado y personal, en el que, por supuesto, se recogen demasiadas reflexiones que constituyen sendos pecados de palabra, obra y omisión. Tantas como para que hayan llegado a pensar que estaba sufriendo los primeros síntomas de una posesión diabólica. Me había convertido, según ellos, en un exorcista endemoniado. Es esta una amenaza constante que pesa sobre quienes, como yo, se dedican a combatir cara a cara con Satán y sus legiones, a través de los pobres cuerpos torturados que eligen para manifestarse entre nosotros. Se dice entre mis colegas que el poseso es, muchas veces, el cebo, el gusano en la caña, para pescar al sacerdote. Nada deleita tanto al Diablo como burlarse de un servidor de Dios.
El caso es que, mientras preparaba mis maletas para abandonar por la mañana la SN, contento y satisfecho de mi labor, entraron en la humilde habitación de mi hotel no solo el hermano Palacios, sino dos fornidos sacerdotes y un torvo individuo de paisano (que se identificó después como médico psiquiatra titulado). Entre todos, ni cortos ni perezosos, me ataron a la cama y procedieron a ejercer sobre mí, ¡sobre mí!, los ritos prescritos por el De exorcismis et supplicationibus quibusdam, el Capítulo o Libro del Ritual Romano de la Iglesía Católica, correspondiente a las oraciones y rituales para practicar un exorcismo. ¡A mí, que colaboré con Su Santidad Juan Pablo II en la edición revisada del Libro en 1999, presentada por el Cardenal Jorge Medina Estévez, prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos! ¡Y creían que iba a permanecer tranquilo y resignado!
Por supuesto, cuando comenzaron con la perorata que tan bien me conozco, con sus padrenuestros y aspersiones de agua bendita, intentando imponerme sus estolas y trazando el signo de la cruz sobre mi frente, reaccioné, como era natural, vomitándolos encima varios litros de bilis verdosa y espesa, en los que flotaban aún restos de fabes y compango. Cuando uno de ellos se acercó lo suficiente, insistiendo en preguntarme por el nombre del demonio que se supone me posee (lo que no podía contestar ya que no hay tal), le di un buen mordisco en su aguileña nariz, que le quedó casi colgando del cartílago, dándole un aspecto tan cómico que no puede evitar carcajearme. Dejé caer sobre ellos blasfemias y maldiciones en mil y un idiomas arcanos, llamándoles anacolutos, antropopitecos, bachi-buzuks de los Cárpatos, beduinos, zuavos, ectoplasmas, patagones, mujiks y mercaderes de alfombras, entre otras lindezas. Sembré el terror en sus oídos al utilizar la para ellos obscena, impía y blasfema llingua de estos pagos, etiquetándolos con voz cavernosa y pastosa, quizá a causa de las dos cajas de sidra que me había tomado antes, como gochos ensin respetu, babayos faltosos de mierda, fíos de mala madre, boborolos de los coyones, charranes y pufistas, amén de carapijos… Seguro que esto les confirmaría que me hallaba poseído, dada mi supuesta ignorancia anterior del asturiano, vulgo bable. Lo que, por otra parte, impórtame una mierda, neños.
Como no había manera de hacer callar a aquellos tres (el cobarde Palacios había escapado de la habitación sin llamar la atención), ni siquiera haciendo que la cama temblara como un yonqui o se elevara a casi medio metro del suelo, me vi obligado a tomar otras medidas. Y pasó lo que tenía que pasar. Por eso, terminadas mis maletas, he llamado a la agencia de viajes Santo Padre para cancelar el billete de vuelta a Roma, cambiándolo por uno de cercanías a la pequeña villa vecina de Avilés, donde he oído se vuelven a concentrar pronto los seguidores de Satán. Por tanto, es mi deber como líder de la Congregación de los Ritos estar allí donde más necesarios son mis servicios. A la Semana Negra, por supuesto, volveré el año próximo, en la esperanza de que se haya olvidado ya el escándalo que pueda provocar el hallazgo de tres cadáveres mutilados en un pequeño hotel de Gijón, pertenecientes a dos sacerdotes y un médico. Aunque será difícil identificarlos, dado que pasé un buen rato intercambiando los miembros amputados de unos por los de otros, quemando las yemas de sus dedos y arrancándoles los dientes. Ya sé que ahora con eso del ADN no hacía falta, pero fue divertido, ¡qué diablos! Y han quedado muy monos, cada uno con la cabeza del otro… En fin, voy a lavar la sangre de mis ropas de civil, a ponerme la sotana (con la que nadie me vio nunca) y marchar para Avilés. He averiguado que por allí andará también esa sabandija del hermano Palacios, creyendo poder esconderse de mí. Lo que me voy a reír cuando me vea llegar y sepa de inmediato que, por supuesto, soy lo último que verá en esta vida. némA .aitseB al ed aíD le atsah etnemleif somivres el sartneim ,ajetorp y edraug so ,osoredopodoT roñeS ortseun euQ.
Transcripción parcial de la grabación digital
hallada por la policía en uno los móviles
del sangriento escenario del triple crimen
cometido en Gijón, la madrugada del 15 al 16 de julio de 2023.