El último verano de la URSS

Sara Gutiérrez
2021-07-17
Nueve escritores invitados a la SN hablan de la escritura de sus libros; de la chispa que la motivó, las procelosidades de su proceso de documentación o las dificultades y obstáculos encontrados durante la redacción y cómo se resolvieron, con vistas a aconsejar y ayudar a escritores noveles o que aspiran a serlo. Hoy, El último verano de la URSS, de Sara Gutiérrez.
Cuando comenzó la desescalada tras el confinamiento por la pandemia del COVID19, sentí la necesidad de embarcarme en un proyecto ilusionante. En otras circunstancias, me habría rodeado de mapas y habría elegido destino. En las que nos estaba tocando vivir a finales de la primavera de 2020, me pareció buena idea proponerle a mi compañera escribir una obra de teatro. Y ella, supongo que para deshacerse de mis anhelos, me recordó que tenía en un cajón un texto que tal vez había llegado el momento de desempolvar. Y me dio un motivo para interesar a alguna editorial: «En 2021 se cumplen 30 años de la disolución de la URSS y 35 del desastre de Chernóbil».
Así fue como recuperé la memoria escrita de aquel viaje de 1991 que tantas veces había contado a mis amigos y que, por miedo a olvidarlo, había puesto azul sobre blanco hacía unos 15 años, convirtiéndolo en salvavidas durante otra crisis existencial.
Al releer las dos libretas en las que había escrito a mano y de corrido la historia, me sorprendí de la cantidad de información que se había ido colando en el relato: al hilo del periplo veraniego de 8 días, contaba mis vivencias como oftalmóloga en ciernes en Járkov y periodista en Chernóbil, la explosión de libertad experimentada por mi acompañante uzbeca y la cura de humildad que su no deseada presencia me había propinado… Me reafirmé en que lo que iba a ser un viaje turístico más se había convertido en un viaje interior, en algo extraordinario que merecía ser compartido; y ahí no estaba tan mal narrado.
Mi primera intención fue convertir aquel material en cómic. Y, para ello, Jesús Egido (Reino de Cordelia) se me antojó el editor más apropiado. Él fue quien me puso en contacto con el ilustrador Pedro Arjona; y Arjona fue quien me convenció de mantener el texto tal y como estaba. Un texto que ha adquirido otra dimensión con sus excelentes ilustraciones.
Para poner en contexto real la aventura narrada, consideramos oportuno incluir un prólogo en el que cuento cómo y por qué llegué a la Unión Soviética en el otoño de 1989 y algunas de las razones que me empujaron a quedarme allí hasta julio de 1996; apoyado con billetes, telegramas, fotos y diferentes documentos.
Y ya metidos en harina, todo el mundo rechazó el título que lucía en mis libretas: De mar a mar, con X (siendo X el nombre de mi acompañante a la que finalmente he rebautizado como Yulduz, consciente de que, por mucho que se parezcan, el personaje final es un fruto de mi memoria e imaginación con el que mi colega no tiene por qué cargar). Pillaron al vuelo el definitivo cuando les dije: «No sé, fue en el último verano de la URSS».
Un consejo que me arrepiento de no haber seguido: si vas a utilizar tu vida como material literario… ¡toma notas! Con la imaginación posiblemente podrás contar siempre; con la memoria, probablemente no.