Esclavos del directo
La penúltima de Teobaldo

Teobaldo Antuña
2022-07-12
Una maraña de cables que asusta, casi me da la corriente apenas mirar para ellos. Y un trajín que necesita nervios templados. «Si la transmisión de un Madrid-Barça utiliza cuarenta cámaras, imagínate lo que tenemos que hacer aquí con solo seis».
Alejandro, Javier y Pablo tienen que garantizar que se registra todo lo que pasa en la Semana Negra. (Óscar no sale en la foto porque, como el Correcaminos, no hay quien lo pille parado). Hacer que funcionen las conexiones en directo y que luego se pueda publicar lo actuado en videos y audios nítidos, sin cortes, para la página web oficial y el canal de YouTube; si les echas una ojeada verás la importancia del trabajo realizado por estas cuatro personas.
¿Alguna anécdota? «Muchas, pero no merece la pena contarlas; en cualquier caso, te doy un titular: somos esclavos del directo».
El espacio es reducido, a puerta cerrada para que los cotillas de fuera no interrumpamos la labor. Eso, bajo carpa de plástico, con más de 30ºC en el exterior, complica las cosas. «Esto no es nada, si te hablamos de la furgoneta…».
Por fin consigo el milagro de que Correcaminos Óscar se detenga un momento. Sentado sobre un noray me cuenta: «Nosotros trabajábamos la web de la Semana; andábamos dando vueltas a un proyecto de mejora para ver la forma de redifundir los contenidos, usar el streaming… ¡Y de repente llegó la pandemia!».
El año veinte cambió los parámetros de comunicación. La Semana tuvo que enclaustrarse en el Antiguo Instituto; incluso hubo dudas hasta unos minutos antes si podría haber público; se aceleró la ejecución de los proyectos.
«No podían mezclarse los técnicos con el público por razones de seguridad sanitaria, el equipo de producción se encerró aparte de los actos y empezamos a usar cámaras robotizadas. Se puso en marcha un sistema de transmisión copiado luego por todos los festivales del mundo…». El problema no era pequeño: por ejemplo, tener señal de Internet adecuada, que no se interrumpa, que no pueda ser saboteada. «¡Allí nos ves a nosotros, encaramados en los tejados!».
Al año siguiente, vuelve la Semana al aire libre, junto a la mar, en el Muelle. «Había que readaptarlo todo, metimos los equipos de producción como buenamente pudimos en una furgoneta vieja, como los espías».
En la presente edición ya se da el paso de dejar constancia de cuanto sucede en el recinto semanero; todos los actos de todas las carpas. Me consta la tensión en las horas punta. Unos días antes de esta entrevista, me echaron de su garita al grito de «¡espera que acabe Zapatero!». «Era momento complicado, teníamos que conectar con un interlocutor en Argentina, que todo funcionase y que se consiguiera que las intervenciones casi simultáneas» (recordar que el sonido llega con un cierto retraso).
El sistema funciona perfectamente, las audiencias han aumentado de manera exponencial y la Semana Negra de Gijón se ha internacionalizado más, si cabe. «La aportación de este año es la pantallona», luminoso alarde técnico que hace de la Carpa de Encuentros un escenario de rock. Ven a verla.