Escribe negro

Jerónimo Andreu
2023-07-07
Escritores invitados a la SN hablan de la escritura de sus libros; de la chispa que la motivó, las procelosidades de su proceso de documentación o las dificultades y obstáculos encontrados durante la redacción y cómo se resolvieron, con vistas a aconsejar y ayudar a escritores noveles o que aspiran a serlo. Comenzamos con El sueño del cíclope, de Jerónimo Andreu.
Hace pocos meses me encargaron una conferencia para un festival de novela. El público lo componían estudiantes de literatura y aficionados al género negro. Revisé la lista de ponentes y los temas de los que iban a hablar, y me pareció que sus intervenciones cubrían tantos aspectos de la creación literaria que resultaba muy complicado aportar algo valioso. En esas anduve, hasta que se me ocurrió que lo más útil que podía aportar a ese público interesado en el proceso de la escritura era plantear mi experiencia como autor que nunca ha tenido un vínculo particularmente estrecho con la novela negra, pero que ha escrito dos obras de ese género.
Finalmente la conferencia no tuvo lugar (más exactamente, no tuvo lugar en ese formato, sino que se transformó en un coloquio sobre asuntos más generales), pero yo me quedé rumiando las ideas que había manejado para mi intervención, que titulé con pretensiones cizañeras «Razones para escribir novela negra aunque no te guste».
No voy a reciclar ese amago de conferencia en este pequeño artículo, pero como Pablo Batalla, el director de A Quemarropa, me explicó que el perfil del lector de esta revista se acerca al público de aquella tarde, sí que he pensado que algunas de las ideas que se me ocurrieron pueden ser interesantes para aficionados y escritores noveles.
Yo empecé con la novela negra tras comprobar que, ya sea por mi impericia o porque el mundo literario plantea unas exigencias de entrada difíciles de cumplir para los recién llegados, me resultaba muy complicado debutar con una novela que no fuera de género. Las razones por las que es más fácil encontrar un paraguas para publicar dentro de un género establecido son diversas. La principal es que existe un público cautivo que devora las novedades, y eso da pie a que se haya instituido un circuito de venta y promoción bien engrasado. Gracias a ese dinámica, las editoriales cuentan con ciertas garantías de que la obra de su autor novel no pasará absolutamente desapercibida.
Esta motivación estratégica o de mercado es, desde luego, la primera razón para asomarse a la literatura desde el balcón del género criminal, incluso para un autor que no lo considere el único centro de sus intereses creativos. Junto a esa motivación surge otra que es, paradójicamente, la opuesta: el noir es un refugio que permite hacer muchas cosas que están proscritas en el mercado generalista (desde acercarse a la novela social con posibilidades de viabilidad comercial, a escapar del eje ambiental Madrid-Barcelona para construir tramas regionales o locales).
Sin embargo, en lo que yo querría centrar la atención es en el gran ejercicio literario que supone escribir una obra negra. En mi caso, siempre he tenido dificultades para tejer tramas atractivas. Mis manuscritos anteriores eran más bien morosos, con poco movimiento y mucha densidad en la caracterización de los personajes y el diseño de los ambientes. Entrenarme en un género que está centrado en la acción (la novela negra, en todas sus miles de subespecies, se construye siempre en torno a la resolución de un problema) me ayudó a elaborar tramas más fibrosas, mejorar el ritmo y no irme por las ramas. No digo que ahora sea un maestro en esas tareas, pero creo que lo hago un poco mejor que antes.
Un detalle que no he comentado es que mis dos obras publicadas, El vientre de la roca y El sueño del cíclope son, a su manera, novelas de espías. Para escritores como yo, con cierta tendencia al desparrame estilístico y a la inconcreción del mensaje, trabajar con las reglas y convenciones de un género definido de forma tan clara también resulta pedagógico. Es cierto que esas costuras me aprietan, pero negociar con ellas (amoldarse, intentar romperlas…) es un juego estimulante. Y otra cosa que me encanta de las obras de género es que admiten muy bien las referencias a otras obras, ya sea en homenaje a Graham Greene, como pastiche de las novelas baratas de la segunda guerra mundial, o como parodia de algunos escritores de best seller españoles que no es necesario nombrar aquí.
Estas son sólo algunas de las razones por las que creo que la novela negra es un excelente campo de aprendizaje para quienes quieren llegar a plasmar en un texto lo que tienen en su cabeza. Y eso me ha hecho pensar que los géneros pueden tener para los aficionados a la literatura una utilidad no sólo comercial o taxonómica. Calculo que, si después de estas de espías, escribo un par de novelas románticas, otras dos de ciencia ficción, alguna de terror gótico y quizás una pastoril, puede que algún día comience a parecerme a un escritor competente.