Espías, abrazos, corruptelas y muertos (pero no muertas)
2023-07-13
Cuatro libros se presentaron ayer en la Carpa del Encuentro, en una tarde que había comenzado con una mesa redonda en recuerdo del poeta, recientemente fallecido, David González. El primero de esos libros, Licencia para espiar, de Carmen Posadas, vieja conocida de la Semana Negra a la que acompañó Verónica G. Peña, en una actividad celebrada con la colaboración del Aula Cultural de El Comercio. Un libro, resultante de una investigación minuciosa, sobre la fascinante y desconocida historia de las mujeres que, a lo largo de la historia y desde la noche de los tiempos, se han dedicado a las labores de espionaje: de Rahab a la Balteira, juglaresa gallega envuelta en mil intrigas durante el reinado de Alfonso X, pasando por las singulares y temibles envenenadoras de la India, Catalina de Médicis, la inevitable Mata Hari o Caridad Mercader. Concordó la autora con su presentadora en que cada historia del libro podría ser una novela, y una novela atrayente: de «una de las grandes espías del siglo XX» como fue Caridad Mercader, por ejemplo, opina Posadas que si Shakespeare la hubiera conocido, «Lady MacBeth le hubiera parecido una ursulina». La espía cubana «era malisísima», bromeó Posadas antes de desgranar su historia como espía de la KGB, entregada a la causa soviética «como si se hubiera entregado a la religión», incluyendo el entrenamiento de su propio hijo, Ramón, el asesino de Trotski.
El siguiente libro presentado en la Carpa del Encuentro fue Un fuerte abrazo, del expresidente del Barça y expresidiario Sandro Rosell, a quien Carlos Quílez acompañó para presentar este libro que se presenta así, en la primera persona de su autor: «Muchas personas a las que quiero, y me quieren, me han desaconsejado publicar este libro. Un libro escrito en presente, día a día, y por orden cronológico. He querido dejar testimonio de las experiencias, reflexiones, pensamientos, sueños y pesadillas que tuve durante 645 días y noches en prisión, y hablar de las personas, inocentes o culpables, con las que compartí los casi dos peores años de mi vida y en las que me apoye para pasar los momentos de mayor flaqueza personal. El título del libro describe, simplemente, lo que más anhelas dentro de la cárcel cuando te privan de la libertad. No hay nada que necesites más que… un fuerte abrazo». Dos años estuvo en la cárcel Rosell por un delito que luego se falló que no había cometido, y el título de este libro tiene una doble procedencia. «El abrazo», dijo, «es lo que más echas en falta cuando estás en la cárcel; no hay nada que necesites más que un abrazo», y era duro el momento de reunirse con la mujer, las hijas, la madre de uno y no poder tocar a esos seres queridos, salvo con un cristal de por medio. Pero ese fuerte abrazo que da título al libro también proviene de una historia que Rosell relató para un atento público: la amistad que llegó a trabar con un reo que llevaba treinta años de cárcel y que, como persona con delitos de sangre (había matado a dos compañeros serbios con los que atracaba bancos, y que lo habían acabado atracando a él), tuvo que irse a otro penal a los seis meses. Cuando, al separarse, Rosell le propuso un abrazo, este compañero le dijo: «No quiero abrazarte, porque hace treinta años que nadie me abraza, y no quiero volver a sentir la sensación».
Rosell dio paso en el uso de la Carpa del Encuentro a Ana Pardo de Vera, que presentó Chantaje a una jueza acompañada de Ángel de la Calle. El estreno como novelista de la famosa periodista es un libro de «suspense político» con la corrupción española como telón de fondo, surcado por el blanqueo de capitales, el proxenetismo y la prostitución, el soborno a políticos, los abogados sin escrúpulos o dos partidos que se suceden en el Gobierno y que se cubren las espaldas al margen de su presunta ideología. Compartió la autora con el público la cierta frustración de que «el periodismo tiene sus propios códigos y los periodistas tenemos que contar las cosas con un lenguaje judicial bastante técnico, y muchas cosas se quedan sin escribir». Pardo de Vera ha escrito esa novela con la vocación de rescatar esas cosas que se quedan sin escribir en las piezas puramente periodísticas: «el sufrimiento, los casos personales, anécdotas dolorosas, la destrucción de gente en el sentido físico y psíquico». De Chantaje a una jueza, siempre dice su autora que «es ficción, pero está pasando».
Finalmente, la última novela presentada ayer en la Carpa del Encuentro, antes de dar paso a la mesa redonda sobre espías que se glosa en otro lugar, fue Amores que matan, de Elia Barceló, a quien acompañó José Manuel Estébanez. Un noir nediterráneo que nos promete conducirnos a «un lugar donde duermen antiguos secretos olvidados: secretos de amor y muerte, de sangre y huesos», Santa Rita, lugar en el que aparecen dos cadáveres, el de un bebé que aparece entre los restos de un muro derribado, junto a unos cuadros valiosos, y el de un conocido especialista de historia del arte que tenía que hacer su peritaje. Ninguna mujer, porque, como dijo Barceló, arrancando un aplauso a los asistentes a la Carpa, «en las novelas la mayor parte de asesinatos se cometen contra mujeres; mujeres jóvenes, guapas, con un futuro brillante, a las que se cargan porque sí, del modo más desagradable posible, sin ninguna lógica, y yo decidí que no; que en mis novelas palman los tíos».
Todavía tendría dos actividades más, después de esta, la Carpa del Encuentro: la mesa redonda sobre espías y un vibrante concierto de la Vargas Blues Band.