Talento, técnica, inspiración, trabajo, trabajo y trabajo
La aventura de escribir

Lluís Llort
2021-07-10
Nueve escritores invitados a la SN hablan de la escritura de sus libros; de la chispa que la motivó, las procelosidades de su proceso de documentación o las dificultades y obstáculos encontrados durante la redacción y cómo se resolvieron, con vistas a aconsejar y ayudar a escritores noveles o que aspiran a serlo. Comenzamos con Herencias colaterales, de Lluís Llort.
Hacía muchos años que me rondaba la historia real de un abogado francés, bien posicionado económicamente, que le ofreció a una señora de 85 años un trato: le pagaría una pensión vitalicia y, cuando ella muriese, él heredaría el magnífico piso que la mujer poseía en el centro de París, donde vivía. Pasaron los años. Y más años. Hasta que él murió. Ella llegó hasta los 105 años. El negocio redondo… salió cuadrado.
Un día me decidí a dar cuerpo a la historia, de la que solo sabía lo que he contado. La situé en Barcelona, en la zona más cara del centro de la ciudad. Me gusta jugar con personajes normales, en el sentido de que no son delincuentes barriobajeros, ni policías implacables, ni asesinos en serie, ni pervertidos, ni… O quizá son un poco de todo, en la parte oscura que todos tenemos, la que me gusta sacar a la luz. Por eso empujo, acorralo, pongo a prueba a mis personajes hasta obligarlos a decidir si cometen algún delito o no. Yo soy de los que piensan que (casi) todos tenemos un precio para (casi) todo. Y lo busco en mis personajes.
Resumido a grandes rasgos, creé una situación familiar en que la esposa y uno de los dos hijos del abogado se encuentran en una situación de asfixia económica y la única salida es vender el piso de la vieja y, como ella no muere, se les pasa por la mente matarla: ley de supervivencia.
Ya tenía una buena parte de la trama planteada, pero el personaje de la vieja me lanzaba cantos de sirena (en silla de ruedas) que no pude ni quise ignorar. Le construí una infancia y juventud, un trauma, una lucha, una venganza… una vida intensa. Hasta el punto de que pasó a ser el núcleo de la obra, el tronco. No solo porque su historia es como una novela dentro de la novela, que narro seguida y por orden cronológico: también por la fortaleza del personaje, con algunos ecos feministas, en el sentido de no doblegarse ante la tradición patriarcal. Y como buena líder, tiene un grupito de viejecillos que la veneran y que provocan más de una carcajada en los lectores…
Al final, las historias de los personajes (cargadas con mil matices, que de eso va la literatura) se van cruzando, con momentos de tensión, con sorpresas y una pregunta siempre latente: «¿Tú que harías en su situación?». Por eso me gusta crear personajes normales: para que la identificación con ellos sea plausible.
De la parte técnica diré que en todas las escuelas de escritura enseñan a tener la trama clara, de principio a fin, incluso los capítulos decididos y qué pasa en ellos, además de fichas con los personajes, etcétera. Es un método lógico y práctico, que respeto. Pero jamás escribo así. Si ya sé qué pasará, me aburro. Necesito ir escribiendo y, a la vez, descubrir que pasa. Eso me arrastra a una redacción compulsiva. Por eso tardo pocas semanas en tener un primer borrador. Luego dedico año o año y medio a repasar el texto hasta la extenuación, hasta saberlo de memoria, hasta haberme planteado cada personaje, cada punto de la trama, cada diálogo, cada adjetivo, cada coma. Y pulirlo todo, evitando los lugares comunes y la previsibilidad (que son el cáncer en la novela actual) es lo que más me gusta de todo el proceso. Demasiados autores tienen prisa por publicar y demasiados editores les siguen el juego y, además, no cumplen con su cometido: se limitan a vender libros, no a editarlos. Un autor no tendría que entregar una novela a la editorial hasta no estar convencido de que es lo mejor que, en ese momento, puede ofrecer. Una buena novela es un cúmulo de equilibrios que debemos conseguir partiendo del vértigo de la creación. O algo así. Es talento, técnica, inspiración y trabajo, trabajo, trabajo y trabajo.