Informe n.º 5
Informes para la Instauración y Buena Observancia de la Nueva Normalidad

Jesús Palacios
2021-07-13
Informador: Agente Rudolf Lavrentius Montag n.º 451/1984//AF632///003
Recopilados por Jesús Palacios. Secretario Oficina de Instauración n.º 1990/21//G11811
Reporte n.º 5 SN/NN0/ANN2021/07/04
Agente Montag reportando.
Cuanto más avanzan mis investigaciones, interrogatorios (disfrazados de humildes preguntas propias de un ignorante recién llegado) y observaciones, más convencido estoy en cuanto a la naturaleza del principal escollo para una plena instauración de la NN en la SN y por ende, al menos en parte, en otros ámbitos de la cultura relacionados con ella. Y este escollo, este punto ciego, es la esencia netamente mestiza, fluida, sincrética y heterogénea del llamado género negro. Entre mesas redondas con escritores de novela negra vascos (tendencia bautizada por algún indocumentado sin respeto alguno por el lenguaje inclusivo como txapela noir), encuentros con teóricos sobre literatura negro-criminal y presentaciones con autores y autoras de novelas supuestamente enmarcadas dentro del noir, tanto veteranos que peinan canas (cuando les quedan sobre sus provectos cráneos) como jovencitos recién llegados con su primera novela oliendo todavía a tinta fresca, la única conclusión a la que se puede arribar es que este elefante llamado novela negra tiene más de cuatro patas, dos trompas, dos orejas y un rabo, y que la Semana Negra está llena de ciegos con una pistola.
Por un lado, parece ser que hay novela negra con variante geográfica e incluso regional: vasca, mediterránea (que va de Barcelona a Grecia, pasando por el Sur de Italia), eslava, por supuesto francesa (que se llama polar aunque no siempre te deje frío, al contrario que el negro escandinavo, bastante gélido y pesado) y hasta escocesa (tartan noir, tiene gaitas la cosa). Por otro, sus rasgos son comunes y por tanto internacionales. Se observa también una tendencia entre los viejos y curtidos cultivadores del género a mantener vivas sus tradiciones ancestrales: detectives privados (a veces hasta privados de razón), asesinatos o crímenes a resolver, descripción del medio criminal o policial, obras de pocas páginas y mucha acción. Por el contrario, muchos de los recién llegados y llegadas son renuentes no sólo a los personajes y situaciones clásicos del género, sino incluso a que sus novelas, generalmente más largas y gruesas, sean clasificadas como novela negra, abundando eufemismos como suspense, drama psicológico, realismo social, etcétera, aunque al final casi siempre aparecen en colecciones o bajo la etiqueta de novela negra, aumentando la confusión y las ventas. Unos dicen que la novela negra debe ser también criminal y/o policial, otros que no hace falta. Unos dicen que hay que retratar la realidad y en realidad retratan cómo quieren que sea la realidad (visto lo visto, las comisarías españolas están llenas de mujeres empoderadas y atractivas al tiempo, la mayoría lesbianas y expertas en artes marciales), otros quieren hacer pasar un buen rato al lector, mientras los hay que prefieren que sufra. A veces, hasta Agatha Christie, Conan Doyle o Chesterton se citan como novela negra; otras, se les fustiga e insulta por no serlo. Los hay que se enorgullecen de seguir la estela plateada de Hammett, Chandler y Macdonald, y otros y otras que ni los han leído.
Así las cosas, es muy difícil manipular el género para que responda por completo a nuestros fines. Pero, al mismo tiempo, la nota optimista es que al igual que esta situación reproduce especularmente cómo se desarticuló la izquierda durante la segunda mitad del siglo pasado, gracias a su infinita división y subdivisión en tendencias iguales y diferentes, opuestas y paradójicas (del internacionalismo a los nacionalismos extremos, del socialismo con rostro humano aplastado por los tanques soviéticos al eurocomunismo, pasando por clásicos de siempre como el trotskismo, el maoísmo y demás ismos mal avenidos), cuyas múltiples disensiones, divisiones y luchas internas nos han permitido establecer nuestra Nueva Normalidad bajo una etiqueta progresista y social que funciona perfectamente imbricada en el tardocapitalismo neoliberal y viceversa, haciendo de la aporía la nueva parusía y engañando convenciendo a la mayor parte de los ciudadanos de su esencia humanista y democrática, estoy seguro de que podremos utilizar esta naturaleza heterodoxa, ambigua y mestiza del transgénero negro para llevarlo a su total desintegración, literaria y literal. Al fin y al cabo, quien fuera para muchos el mejor escritor de novela negra en español, Manuel Vázquez Montalbán, no leía apenas género ni le gustaba demasiado, aparte los maestros, y presagiaba su futura desaparición como su mayor éxito. Sigamos trabajando en ello. Fin del reporte.