Informe n.º 7
Informes para la Instauración y Buena Observancia de la Nueva Normalidad

Jesús Palacios
2021-07-15
Informador: Agente Rudolf Lavrentius Montag n.º 451/1984//AF632///003
Recopilados por Jesús Palacios. Secretario Oficina de Instauración n.º 1990/21//G11811
Reporte n.º 6 SN/NN0/ANN2021/07/06
Agente Montag reportando.
Una de las mejores noticias que puedo transmitir a nuestra Oficina de Instauración, que a buen seguro les resultará tranquilizadora, es que numerosos autores y autoras, así como exégetas y divulgadores varios de la cultura en general y de la literatura en particular, siguen entregados en cuerpo y alma a la concepción del arte como un medio y no como un fin en sí mismo. La fundamental preocupación de la mayor parte de este colectivo es que las novelas, las películas, el cómic, incluso la poesía y la música, y, sobre todo, los cuentos destinados a niños y adolescentes —cuyas edades, gracias a la NN, oscilan entre los 2 y los 25 años (niños) y los 26 y los 46 años (adolescentes)— tengan ante todo, sobre todo y por encima de todo un valor formativo, educacional y moral. Constantemente se ha subrayado, tanto al hablar de novela negra como de literatura histórica o de otros géneros, su función social, performativa y divulgativa, prestando poca o ninguna atención a temas que siempre nos han preocupado, como su calidad literaria, su capacidad de entretenimiento escapista o, especialmente, el hecho de que a través de la pura imaginación se permita al lector construir situaciones, personajes y escenarios completamente irreales, absurdos, ridículos o sublimes, pero, ese es el problema, de total y absoluta libertad, aunque solo sea imaginaria. El arte y la literatura hacen que donde nada es real, todo esté permitido. Ahí, lectores y lectoras pueden ser asesinos en serie, superhéroes, violadores y violadoras, alienígenas, animales o, en fin, cualquier cosa que quieran imaginar en complicidad con escritores y escritoras, o hasta en contra de su voluntad. Y esto, es inadmisible y muy peligroso, porque precisamente a través de lo imaginario se puede llegar algún día a intervenir en lo real, sin tener en cuenta nuestras reglas, leyes y regulaciones, todas por el propio bienestar de la sociedad.
Hemos tenido ciertos problemas siempre con la literatura fantástica que, por su propia naturaleza, parece menos fácil de manipular para convertirla en mera propaganda didáctica y educativa. Pero gracias a nuestros esfuerzos en las últimas décadas, toda una nueva generación de autores y autoras de este género de géneros, ya casi degenerado, lo están reconduciendo esforzadamente al buen camino, convirtiéndolo también en instrumento de adocenamiento y guía de buenas maneras y usos en sociedad. Entre aquellos productos servidos en serie como franquicias de comida rápida, pero que tienen que pasar también por supuesto el filtro de nuestras Oficinas de Instauración de la NN, y aquellos de carácter minoritario que controlamos gracias a nuestro sistema de premios, subvenciones y ayudas directas e indirectas, pronto no habrá un solo cuento de hadas que no sirva para algo y que, desde luego, no haya sido purgado de toda huella del pasado, que pudiera cumplir funciones pedagógicas distintas a las aprobadas por nuestras Oficinas y comités de expertos.
Estamos a punto de dar por finalizada una larga, larga guerra, en la que acabaremos de una vez por todas con esa perniciosa idea de el arte por el arte, que presupone que la imaginación, lo irreal, la fantasía, el gusto por lo surrealista y absurdo, lo grotesco y lo sublime, lo maravilloso y lo abyecto, posee valor en sí mismo. Incluso que lo ilógico, lo irracional, lo imposible, forman parte esencial de la psique y la experiencia humanas, que insuflan éxtasis y catarsis en la vida de la mente, sin los cuales esta se seca y se consume en sí misma, sin sueños, pesadillas ni deseos más allá del bien y del mal. Ahora, estamos cerca de lograr que tanto unos como otras, tanto a un lado como al otro del muro, tanto a diestra como a siniestra, nadie permita que la literatura sea pura imaginación. Todo ha de servir para algo claro, pragmático, eficiente y bueno. No basta quemar libros, hay que quemar los sueños. Y vamos por buen camino.