Jack Daniels con Coca-Cola

Pablo Batalla Cueto
2021-07-13
Comentaba ayer Ángel de la Calle, que lo sabe por Mar y Mari, lo complicado que se hace a veces escribir una tira cómica diaria. Hay días que tiene uno ideas luminosas, pero hay otros en que lo acomete el síndrome de la hoja en blanco: no se le ocurre una idea ni buena, ni mala. Simplemente no se le ocurre nada. A mí, que no soy viñetista, sino columnista, y no estoy acostumbrado a las cadencias diarias, que solo se me imponen en A Quemarropa estos diez días al año que estremecen al mundo, a veces me pasa. Está uno cansado o bloqueado y no sabe qué diantres contarle al mundo. Hoy, cinco de la mañana, es uno de esos días. Pero miren, ello es que el otro día me contaron una historia divertida. Y acordándome de ella, me doy cuenta de que es muy gijonesa y a la vez, en cierto modo, muy semanera, muy del espíritu coñón y festivo de la Semana Negra, aunque no tuviera lugar en una Semana Negra, ni en realidad nada que ver con el festival. Y además, le hacemos publicidad a un anunciante, lo que nunca está de más. Y me la contó Xavi Cayao, un antiguo seto, que este año ha participado en la serie «A baxamar, too apaez».
La historia es esta. En un chigre próximo a la comisaría de la Policía Nacional de Gijón en el que el tío de Xavi paraba en los ochenta, era parroquiano habitual un comisario que acudía allá todos los días y todos los días hacía lo mismo: sin decir palabra, señalaba la botella de Jack Daniels, un whisky prohibitivamente caro en aquel entonces. El camarero ya sabía de qué iba a la cosa y le extendía un cubata de Jack Daniels con Coca-Cola que el hombre se tomaba después solo, en una mesa apartada, mientras leía el periódico. Pagaba también sin decir nada y se iba. El tío de C. cuenta que llegaron a pensar que era mudo. Pero un día un borrachín se puso a provocarlo hablando sobre él en voz ostentosamente alta con otros parroquianos: «¡A quién se le ocurre echar Coca-Cola al Jack Daniels!». El hombre acabó levantando la vista del periódico y formulando muy despacio la primera oración que los habituales del bar le escuchaban enunciar: «Es verdad que el whisky pierde algo, ¡pero lo que gana la Coca-Cola…!». Volvió a bajar la vista al periódico y siguió leyendo tranquilamente.