La ola de laicismo que nos anega
La penúltima de Teobaldo

Teobaldo Antuña
2023-07-09
Posiblemente recordará la ciudadanía veterana que cuando en Madrid mandaba un señor mayor procedente de Galicia, militar con graduación superlativa, no se podía hablar de sexo. Luego la gente fue saltándose el régimen y todo el monte era orgasmo, de modo que el clero levantó la voz contra «la ola de erotismo que nos invade». A mí no me gustaba el verbo, pensaba que era más propio decir «que nos inunda», pero cualquiera les llevaba la contraria: tenían por profesión repartir hostias.
Luego vino otra ola, tímida al principio, pero constante. Resulta que el espectáculo de la misa no tiene clientes, que la mitad de las parejas se casan por lo civil (menos Maxi, me rectifica Xuanín el de Lada, «que según Tino Cordeles taba casau pelo militar»), y que cada vez se encargan menos funerales. Es tal la ola de laicismo que nos anega que necesitan levantar diques.
Para ello cuentan con la colaboración de sus políticos de plantilla. Los de Gijón ya se saltan la normativa, cuidadosamente constitucional, recientemente aprobada, y van a bendecir la mar, extraño número de magia que consiste en echar agua al agua. Por si acaso, el propio párroco del negociado ha recurrido el reglamento.
Él y un abogado. Me viene a la memoria un libro de Nadia Wassef, La librera de El Cairo, donde señala a un grupo de letrados musulmanes que espiaban sus estanterías y denunciaban todo lo que se apartara de la ortodoxia del Islam. Anda también por tierras de Castilla una secta parecida, Abogados Cristianos, a la caza del hereje. En todas partes cuecen habas.
Ayer nos trasmitía sus dudas desde estas páginas el Secretario de la Congregación de los Ritos sobre el verdadero carácter de las fiestas; días antes manifestaba el cura de Campomanes que él no cae en vacilaciones: sin lugar a ningún genero de dudas, la gente no va a pasear el santo, ¡va a divertirse! ¡O tempora, o mores: que Marx nos coja confesados!
Cómo será este empecinamiento, esta sectaria intransigencia, este feroz regodeo en la concupiscencia laicista, que la anterior corporación de la noble ciudad de Gijón hizo desaparecer temporalmente la mismísima iglesia de San Pedro, patrón anualmente honrado con el regalo de un día de asueto a proletarios, capitalistas y gentes económicamente no binarias. Nunca afirmamos en vano: adjuntamos la prueba gráfica tomada desde el propio arenal.