La tetera de Russell y el optimismo recalcitrante
La aventura de escribir

Pablo Sebastiá Tirado
2021-07-11
Nueve escritores invitados a la SN hablan de la escritura de sus libros; de la chispa que la motivó, las procelosidades de su proceso de documentación o las dificultades y obstáculos encontrados durante la redacción y cómo se resolvieron, con vistas a aconsejar y ayudar a escritores noveles o que aspiran a serlo. Hoy, La tetera de Russell, de Pablo Sebastiá Tirado.
Esta novela es, sin duda, la más compleja que he escrito. Amo las matemáticas por lo que son, y las odio por cómo son. Amo la física por lo que explica, y la odio por lo que no. Tal vez por eso cometí el tremendo error de licenciarme en Derecho, a finales del siglo pasado, en lugar de haber cursado una licenciatura de esas tan exactas que ayudan a comprender el Universo.
El Derecho, por otra parte, me ayudó a entender la sociedad. Tanto o más que la sociología o las humanidades. O quizá menos. A veces dudo. En realidad, siempre lo hago. Eso sí, comprender la empanada social en la que vivimos me permitió, y lo sigue haciendo, asimilar que los seres humanos no somos más que un rebaño de corderos cuyo fin último es entrar en el matadero para convertirnos en pienso para gallinas. Cuando el futuro nos alcance, si es que lo hace, no solo para gallinas. Pero no seamos pesimistas. Démosle la vuelta a la tortilla. Convirtámonos en leyenda. O mejor no. No sé qué es peor.
Si los vogones no acaban destruyendo el planeta Tierra para construir su famosa autopista, si no hemos de trincar una toalla a toda prisa y saltar al hiperespacio haciendo autoestop, quizá tengamos una oportunidad. Por eso no debemos dejar de ver el futuro con optimismo. Y eso hago en La tetera de Russell: ser optimista incluso ante el peor de los escenarios. ¿Me costó hacerlo? Claro que sí. La superpoblación, los virus, la contaminación, las bacterias, la guerra, el calentamiento global y no sé cuántas cosas más amenazan nuestra supervivencia como especie. O mantenemos el optimismo o tiramos la toalla y dejamos que el mundo se vaya a la mierda. Y si el mundo se va a la mierda necesitaremos esa toalla para hacer autoestop.
Dicen que en el restaurante del fin del mundo se puede observar el final del Universo, su desaparición. Quizá haya un restaurante con un buen mirador en otra parte que nos permita ver el final de nuestro planeta. Si lo hubiera o hubiese podríamos saber todo lo que se hizo mal, se hace mal y se hará mal y así arreglarlo. O quizá no.
El profesor Russell afirmaba que el Universo ha sido creado con un propósito inteligente. Y ese propósito está presente en todas y cada una de las páginas de La tetera de Russell: al menos eso he pretendido. Mantener viva la llama del optimismo en un entorno que solo invita al pesimismo ha sido mi leitmotiv. Espero, queridos lectores, que disfruten de su lectura. Yo disfruté mucho con su escritura.
A fin de cuentas, si queremos que Ijon Tichy pueda llegar a defender nuestra inclusión en la comunidad interplanetaria, debemos ponernos las pilas, ya, hoy mejor que mañana, y perseverar.