Moneditas de cambio
Mujeres trabajadoras

Arantza Margolles
2023-07-07
Comencemos transgrediendo: al hablar de mujeres trabajadoras, habríamos de hablar también de ella. De Leonor. No de la que ustedes piensan, pero casi. Otra; la que Joos van Cleve pintó con frente amplia y marcada; ojos oscuros, tan holandesa ella que no tenía ni pestañas; labios gruesos, boca de piñón, nunca considerada hermosa por sus contemporáneos (sí su hermana Catalina). Quizás Leonor de Austria, hija de Juana de Castilla y de Felipe el Hermoso, no trabajó nunca con sus propias manos, no. Quiten ese «quizás». Nunca. Las crónicas de Laurent Vital, cuando narran su accidentada llegada a Villaviciosa, la representan como una niña mimada, con tendencia a arrugar la nariz al ver a los asturianos descalzos, empuñando las lanzas al ver los galeones que traen a lo que será España a su hermano Carlos. Tenía dieciochoaños y no había trabajado nunca en el sentido ortodoxo del término, pero sí que había renunciado, por responsabilidad, al amor. Cuentan que, estando aún en Flandes, su hermano, nacido para mandar, le interceptó una carta de amor con el larguirucho de Federico II y se lio parda.
Se le había olvidado a Leonor: las mujeres de su casta, en su tiempo, trabajan, sí, pero de moneditas de cambio. Arreglan reinos, traban alianzas, detienen guerras, pero solo por medio de esponsales; compartiendo cama con hombres que no aman. Si lo hacen, si en su intención se esconde algo más, si toman las riendas o contravienen los designios del varón, serán calificadas de locas. De eso sabe mucho, todo, la madre de Leonor. Pero esta no es su historia, sino la de ella. Leonor. Veinte años le saca su primer marido, el rey de Portugal, a quien ella, hasta entonces, había tratado como tío. Porque lo era, y por partida doble, por matrimonio con sus malogradas tías carnales, Isabel y María, que a su vez también eran sobrinas del susodicho. No intenten entenderlo. Como se mueren jóvenes, le toca a ella asegurar la concordia con los lusos. Y después, muerto Manuel, con los galos. Importante labor esta de gestionar la paz con los países vecinos. Lo segundo fue aún peor, porque a Francisco I de Francia, su prometido a la fuerza, Leonor le asqueó desde el primer momento. No solo eso: se lo hizo saber. Una cosa es ser consciente de que la función de una sea ser moneda de cambio y otra, eso. Más de 20 años duraron esas trazas y, cuando por fin acabaron, la hija portuguesa de Leonor la rechazó. Por malamadre. Encima. ¿Fácil nacer mujer? Ni siendo reina.