Motivo de ausencia
Asturias no tan negra

Arantza Margolles
2022-07-08
Alfonso Camín le cantó a la «Macorina» (y otros) gracias a haberse liado a tortas en la Cruz de Carreteras en Gijón, allá por 1905.
«Mejor en Cuba que muerto». Si se revisa la narrativa clásica en las historias de emigración protagonizadas por asturianos, mil veces expuestas para loa de aquel periodo que nos vinculó a Ultramar con el akai ito de la miseria, probablemente Manuel Camín no sea el único padre ansioso de ver a su hijo al otro lado de la mar océana. Si, en cambio, se echa la vista a la verdadera historia, la misma que devolvía, famélicos, a los hijos de Asturias a casa —en el caso de que hubiera la fortuna de que la devolución fuera factible—, sí, habrá sido el único. Sus razones tenía. Lo contó hace ya años el propio Alfonso Camín, andando el tiempo poeta de Asturias, en sus memorias de infancia, Entre manzanos.
¿Con un pelín de fanfarronería? Sí. En caso contrario, no sería Camín quien nos habla. ¿Basado en hechos reales? Más que de sobra. Existió la Cruz de Carreteras de Xixón y existió, también, su archienemigo de pubertad. El Rata para unos, Pirolo para otros, José Álvarez Álvarez en la pila bautismal, moriría tiroteado en una reyerta tabernaria en el chigre de Manuel Rubiera, en Mareo, en octubre de 1910. No fue consciente entonces, como quizá tampoco lo hubiera sido de seguir vivo, que había propiciado el surgimiento de un poeta cuando un lustro atrás, mordido su pundonor por haber encontrado al tirillas de Camín bailando con la moza que le gustaba, le solmenó.
A falta de la versión del Rata, sabemos que Camín defendió vehementemente la hipótesis de haberse cobrado justa venganza con su rival, a pesar de la diferencia evidente de tamaño entre ambos, en una suerte de lucha del tipo de la que tendría un tonto mastín con un pinscher creyéndose dóberman. Que Álvarez acabó el día con la cabeza rota y que, a los siguientes, amenazando ya la troupe del Rata con responder a la afrenta, y con el pequeño Camín (quien, por si no se ha dicho, andaba por las quince primaveras y los tres palmos del suelo) envalentonado, decidió Manuel Iglesias embarcar a su estirpe en el primer barco que salió de Xixón a Cuba, para evitarle una muerte segura. El resto es historia, hasta los cachiporrazos que también aseguraba camín haberle propinado a Chavela Vargas en un disenso en torno a la Macorina, aunque aquella vez lo fueron en la espalda y no en la cabeza. La emigración patria, ya lo ven, tuvo también mucho de negra.