Mujeres de colores
Mujeres trabajadoras

Arantza Margolles
2023-07-13
Sabemos que hubo mujeres artistas. Quizás no éramos muy conscientes antes, pero sí ahora, que está tan de moda imprimir bolsas de tela —sin anglicismos, en el fondo eso es lo que son las tote bags— con el silueteado de Frida Kahlo, uniceja y floreada, devenido símbolo involuntario del capitalismo cultural. Con lo que ella era. Pero, al menos, eso que nos queda. Que hubo mujeres artistas que no nos contaron, bien por desconocimiento o porque no quisieron hacerlo, o porque los colores que explotaban en sus lienzos parecían bien si estaban contenidos en cada una de las etapas de Pablo Picasso, pero no todos juntos, amalgama, estallido de libertad. Aquí, en Asturias, tuvimos también una Frida Kahlo que se puso los pinceles y la paleta por montera y salió a comerse el mundo. No está en muchas tote bags pero sí en muchos de los discursos, magníficos, que hace para instruirnos Patricia Pérez, lideresa de Cuéntame un cuadro. Mañana les contaré por qué es tan necesario reivindicar esa palabra: lideresa.
Pero ahora, al lío. Nos habla siempre la Pérez de Maruja Mallo, como les contaba, lucense de Vivero pero avilesina de adopción y formación; artista en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, mujer de la generación del 27 y fundadora del movimiento travesti a la inversa. Por atreverse a ponerse pantalones, que hoy en día pinta poca cosa, pero por entonces era un abismo. Y artista, claro, exiliada tras la guerra y cuya biografía hoy se narra siempre con nombre de varón: amiga de tal, discípula de cual, enemiga del uno, amante del otro. Es más fácil encontrar todo eso antes que la descripción desnuda de su Canto de las espigas, obra magna de la Mallo, que la pintó en 1939, ya en Argentina, aunque ya había explorado el tema tres años atrás, con Sorpresa del trigo. Según la propia artista, que moriría nonagenaria, la inspiración de la obra le llegó al ver desfilar a una manifestación de trabajadores que, como acto de protesta, elevaban con los brazos un pan al cielo. «Como si fuera una eucaristía», decía ella. Pedían eso: pan. Y pan, o mejor dicho la planta que le da génesis al básico alimento, pintó. Domado por las manos fuertes, grandes, poderosas, de la mujer. Que no todo van a ser señores.