Noches ochenteras

Víctor Claudín
2023-07-13
Escritores invitados a la SN hablan de la escritura de sus libros; de la chispa que la motivó, las procelosidades de su proceso de documentación o las dificultades y obstáculos encontrados durante la redacción y cómo se resolvieron, con vistas a aconsejar y ayudar a escritores noveles o que aspiran a serlo. Hoy, Tentenublo, de Víctor Claudín.
Prácticamente cada novela que he escrito ha nacido a partir de un motivo y un proceso de elaboración diferente. Del mismo modo, no pienso en un género cuando me pongo delante del ordenador, mucho menos en las claves de ese género, ni en una temática; tampoco, de ninguna manera, en el mercado. Me considero un escritor heterodoxo. Cada historia ha surgido espontánea, ganando mi cariño y mi dedicación respecto a otras que me merodean, y ha requerido de un procedimiento especial de contarla, que generalmente se ha ido construyendo sobre la marcha. Lo dicho no impide que cada vez me sienta más cerca (o más dentro) de la novela negra (no de la novela policial), al ser aquel género que mejor permite retratar y describir la sociedad que vivo, una de mis pretensiones como escritor.
Tentenublo (como Black out, el título que seguirá a este próximamente), surge de un material encontrado en el archivo de mis papeles. Sí: en los años ochenta y noventa del siglo pasado yo estaba inmerso en la noche madrileña, con un proyecto fantástico como fue la sala Elígeme, y otros espacios culturales y hosteleros, como el teatro Alfil. No dejaba de escribir; lo hacía, ya, desde los trece o catorce años. Sin embargo, mi estado, afectado por el modo de vivir entonces (basado en adicciones: coca, alcohol y sexo), era compulsivo, torrencial y poco… digamos profesional. Escribí mucho, pero era escritura en bruto, sin interés para cualquier lector si no se elaboraba como requiere la literatura. Descubierto hace tres o cuatro años, vi en ese buen montón de páginas un espléndido principio para fabricar este par de novelas.
Así que me puse a trabajar, a darle vueltas, a configurar personajes, a dotarlo de una estructura de novela(s) hasta darle(s) la forma definitiva que tiene(n).
En realidad, es muy parecido al desarrollo de las otras novelas publicadas, aunque los orígenes sean muy distintos, o no tanto. Primero escribir lo que surge casi sin pensar, como una erupción, luego llega la fase de asentar, encontrar el tono, darle forma literaria de acuerdo a mis capacidades y estilo y dejarme llevar por el conjunto hasta edificar el libro completo y ponerle un final, que pudiera estar previsto desde el principio, o no.
De Tentenublo dudaba antes de ser publicada: no me sentía seguro con el resultado, no tenía la menor idea de cómo se iba a tomar, probablemente por la carga que de mí hay en esta(s) obra(s). El resultado, muy al contrario, ha sido bien gratificante al ir recibiendo comentarios de su lectura: bien positivos, loables incluso.
Tentenublo ha terminado convertida en una novela sobre la autodestrucción; también sobre la amistad, especialmente sobre las dos opciones que teníamos en aquellos años fantásticos y terribles los que vivíamos en la noche: o saltar y escapar de esa red, o quedarte atrapado en ella para siempre o hasta que te hacías el daño suficiente. Como mar de fondo, aquel ambiente, los personajes que vagábamos por ella, a veces convertidos en sombras dolientes, buceadoras en busca de cariño, de dicha; las viciadas situaciones, un Malasaña irrepetible, una España en proceso de cambio…
Una historia dura, porque la realidad es dura casi siempre, y mi intención es procurar reflejarla.