Policías, detectives y criminales
2023-07-11
«¿Policía, detective o criminal, quién es el protagonista? Poder y contrapoder en la novela negra actual». Con este título se convocó ayer a Félix García Hernán, Ricardo Magaz, Carlos Augusto Casas, Paco Gómez Escribano y Jon Arretxe a una mesa redonda conducida por David Zaplana. Escritores, los presentes, de novela negra, pero de novelas negras con protagonistas muy diferentes. Zaplana fue inquiriéndoles por los motivos de su elección, qué buscaban con ella. La respuesta, en el caso, por ejemplo, de García Hernán, fue un policía, un comisario, incorruptible: «Busqué una persona normal que entra en la policía con un ideal: cambiar la policía franquista; hacerla una policía más europea». En su Javier Gallardo, «impera el sentido común, no destaca por nada, no tiene ningún TOC, ni es alcohólico, ni drogadicto; le gusta la ópera, pero, fuera de eso, no tiene ninguna cosa especial más». El lector, espera el escritor, «empatiza con él porque es una persona de la calle, el vecino que te encuentras en la escalera, que no se las da de nada, que utiliza el sentido común y es querido por sus ayudantes, por sus inspectores, porque es fuerte con los fuertes y débil con los débiles». Muy distintas fueron las motivaciones de Arretxe, que las explicó así: «Todos conocemos el típico detective hardboiled norteamericano, un hombre siempre, muchas veces con problemas, con su mujer, con el alcohol, un tío duro que va repartiendo tortas por ahí, que se arregla mal con la policía… Yo esas novelas las he leído siempre a gusto, pero no era un personaje que me atrajera demasiado a la hora de crear a mi protagonista. Otra opción era crear policías, pero eso, menos todavía: me cuesta mucho empatizar con un protagonista policía». El resultado, ya lo saben los semaneros, fue Touré: un ilegal, un simpapeles.
Se preguntó también a los presentes por el asunto de la empatía con los personajes, así como por la posibilidad de sentirla hacia delincuentes. A juicio de Casas, esta es comprensible: «Todos tenemos como lectores sueños de justicia, de venganza, de riqueza, de decir «a tomar por saco todo», y ese es el atractivo de los delincuentes». De todos modos, Casas considera difícil que los lectores se identifiquen con los delincuentes protagonistas de su última novela, en la cual quería «sacar un poco a la novela negra de estos delincuentes en los que todos podemos pensar, de zonas marginales, y llevarlos a los despachos, donde hay delincuentes muchísimo peores, con actos muchísimo más punibles pero que no se conocen, porque el dinero los hace impunes». Ciertamente difícil empatizar con ellos. Para un policía que lo fue durante treinta años, como Ricardo Magaz, más todavía: «Si hay que elegir entre el policía, el malote o el detective, tengo poca capacidad de maniobra», recordó antes de reivindicar a esa policía para la que los detectives son competencia, pero una competencia privada, pues hay que pagarles, mientras que «a la policía no hay que pagarle para que investigue un delito». Reivindicó también el autor leonés «la relación que históricamente han tenido las armas y las letras, la espada y la pluma», de Garcilaso a Cervantes pasando por Lope a la actualidad, cuando «hay una nómina de funcionarios policiales de todo tipo» escribiendo novelas: ahí está, por ejemplo, nuestro Alejandro M. Gallo.
No es obligatorio, se concordó, fabricar personajes con los que empatizar. Como reflexionó Gómez Escribano, «podemos diseñar un psicópata o un chico buenísimo que cruza a los ciegos por los pasos de cebra, o un atracador, o un policía bueno, o un policía malo»; y podemos, también diseñar protagonistas como el de una serie que el escritor recordó, protagonizada por un detective llamado Mike Hammer: «un hijo de puta, con perdón; un detective que dice que los policías son buenos, los jueces son buenos, los políticos son buenos y los delincuentes son unos vagos y unos maleantes y hay que matarlos; un fascista, pero bien diseñado. No vas a empatizar con él, ni falta que hace, pero la historia funciona, y funcionó tanto que creó escuela. Novelas y personajes como la saga de Harry el Sucio no existirían sin Mike Hammer».