Revólveres y birretes
2023-07-10
Un título singular, llamativo y a la vez muy genérico, abierto a la posibilidad de hablar de muchas cosas distintas, fue ayer el de una de las mesas redondas que se celebraron en la Carpa del Encuentro: Crímenes académicos. Ramón del Castillo y David Sánchez Usanos fueron sus participantes, moderados por Alejandro Gallo. Crímenes académicos: los cometidos por profesores, los cometidos por alumnos, los cometidos en espacios escolares, de los colegios a las universidades.
Castillo y Usanos lanzaron sus ideas al respecto y se adentraron, por ejemplo, en la peculiaridad de ese lugar que son las universidades, espacios teóricamente sofisticados, habitados por gente racional y sofisticada, bien pagada además, ajena a las bajas pasiones del populacho o a la miseria que conduce a la criminalidad; y, sin embargo, a juicio de Ramón del Castillo, «uno de los lugares más violentos de la sociedad, precisamente porque las reglas de juego allí son diferentes»; un lugar en el que «todo está más soterrado, más disimulado, más difuminado», pero donde no deja de haber violencia. Una violencia que cmabia según contextos: «Las formas actuales de violencia que se ejercen en el espacio universitario son muy diferentes a la época de Guillermo de Baskerville en un monasterio, pero también a las de hace veinte años». Mencionó Del Castillo como ejemplo, a este respecto, la aparición del e-mail y otros «mecanismos tecnológicos que también han cambiado las formas de coacción, de violencia cotidiana». Los profesores universitarios, dijo Del Castillo, «no somos de otro planeta, o seres angelicales».
Estuvo de acuerdo Sánchez Usanos, que señaló cómo «la manía persecutoria y la paranoia son algo que abunda entre el profesorado universitario». La Universidad, disertó, «es una parte de la sociedad que trabaja de un modo monástico, que se da a sí misma unas reglas muy rigurosas, muy burocratizada», y un lugar del que «pueden salir cosas muy buenas», pero también desarrollarse «una relación distorsionada con la realidad». Bromeó el profesor de filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid al respecto de lo que pasa «cuando los profesores universitarios se meten en política: estamos viendo ahora resultados que tienen que ver precisamente con el narcisismo, la manía persecutoria y demás».
Se habló también en esta mesa de la evolución de la figura del detective y de cómo, en el origen del género criminal, era en realidad bastante parecida a la del profesor universitario. Reflexionó Sánchez Usanos que «cuando aparecen en la ficción, ya sea literaria o cinematográfica, son básicamente lectores, gente que lee, que interpreta una situación, que la afronta como un texto, como un enigma que tiene que descifrar». Los Sherlock Holmes o el inspector de Edgar Allan Poe son investigadores, «un detective que está alejado de la acción, que trabaja desde su despacho, lo más parecido a un intelectual». Será más tarde cuando aparezcan, con Chandler, Hammett o Hemingway, los detectives hardboiled, más implicados en la acción y que se mueven en entornos de mayor ambigüedad o complejidad moral, explicó el profesor.