Simplemente presente
La Gorgona del Coroña

Pilar Sánchez Vicente
2022-07-13
Tuve el placer de presentar a Almudena cuando vino a Xixón a recoger el premio Pasionaria que le entregaba el Área de Mujer de Izquierda Unida y las dos fuimos nombradas Comadres de Oro, galardón otorgado por la tertulia feminista Les Comadres. Eso daría lugar a muchas confidencias.
Con un año de diferencia, compartíamos lugares comunes. Tener como favoritos en la infancia El conde de Montecristo, La isla del tesoro y Robinson Crusoe dice mucho sobre aquellas niñas que fuimos. Las dos nos iniciamos al cómic con Asterix y Obélix, leímos el Ajoblanco, El Viejo Topo y El Jueves, hicimos de Ivá nuestro ídolo y en cine admiramos a Almodóvar y Buñuel. Hasta nos descubrimos súper fans de Rosendo, el único Mercado fiable. No podría ser de otra forma.
Hijas de la transición, utilizamos anticonceptivos, viajamos solas, abrimos cuentas, vimos el cambio de pesetas a euros, del teléfono negro en la pared al móvil, de la Olivetti al ordenador, de la Larousse a la Wikipedia, del papel al iPad. Asistimos a la caída del régimen, echamos nuestros cuerpos a la calle y fuimos jóvenes concienciadas, creativas, activistas y currantes. Las dos hicimos geografía e historia como segunda opción: ella quería hacer latín y yo arqueología.
Fue esa formación la que le proporcionó las herramientas necesarias para tratar los temas relacionados con la historia española del siglo XX que impregnan sus novelas. Eso, y rodearse de los mejores, como el asturiano Enrique Moradiellos, brillante compañero mío de carrera, catedrático, académico y Premio Nacional de Historia. Porque el oficio del historiador no es tan distinto al del escritor. ¿Qué es la historia, si no la suma de muchos relatos?
Hablando descubrimos una trayectoria vital paralela, pero también compartíamos nuestra visión el mundo. Hijas de la historiografía francesa de los setenta, que devolvió la voz a las mujeres y a la vida cotidiana, coincidíamos en la trinchera literaria, la ideología y el compromiso de compensar con nuestras obras la exclusión de las mujeres del relato oficial de la historia.
Almudena será recordada porque les dio voz en sus novelas a las mujeres del pueblo, de la calle, luchadoras, anónimas, obreras, estudiantes, campesinas… que unas veces aciertan y otras se equivocan, dudan, se encuentran y se pierden, pero sobre todo avanzan a contracorriente y permiten que el mundo siga girando.
Almudena es una mujer que nunca dejó a nadie indiferente, para lo bueno y para lo malo, tuvo fans y detractores, pero es la mujer que más premios literarios acumuló en la historia de nuestro país. Sus novelas son como un despertador para las conciencias dormidas. Renglón a renglón se convirtió en la narradora de la memoria histórica de este país desmemoriado, que hoy llora su ausencia.
Sus compañeros de facultad la recordarán siempre llegando en su Seiscientos, con un cigarro en los labios, cuando la vida se devoraba, vivía y bebía intensamente y los fines de semana provocaban lunes de resaca. Con su carácter fuerte y su voz grave, ponía verdes a los badulaques, ya fuera en las asambleas de estudiantes o cantando consignas en las manifestaciones. Porque Almudena nunca tuvo pelos en la lengua y eso le trajo frecuentes problemas con la caverna.
Escribió hasta el final y para ella fue la mejor terapia, porque no naces escritora, pero cuando llegas a serlo ya no puedes hacer otra cosa. Si leer absorbe, aísla y evade, narrar libera y desahoga, es una válvula de escape y un bálsamo para el espíritu. Ese espíritu suyo que siempre estará en la SN, simplemente presente.