Sin permiso
La penúltima de Teobaldo

Teobaldo Antuña
2022-07-09
Las casas deshabitadas y arruinadas dejan testimonios de más alegre pasado que en ocasiones son difíciles de desentrañar; habrá que recurrir a la paleografía en los próximos años, para recordar cómo se vivía cuando teníamos industria poderosa. Y contaminante.
Sin permiso. Se desconoce el objeto del rótulo. Me lleva la foto al título de una revista de ciencias sociales, con firmas comprometidas de ambos lados del charco; en la explicación del nombre hacen referencia a los escritos de un tal Karl Marx y sus reflexiones acerca de que quienes vivimos de nuestro trabajo parece que debemos pedir autorización para vivir. O al menos eso deben creer los que nos compran nuestro tiempo y nuestro esfuerzo. Y nos lo pagan tan mal.
Esta Semana es un marco de libertad: por eso no les gusta; la azafranan a denuncias, zancadillas, publicidad negativa y otros ejemplos de maldad de andar por casa. La última que tengo guardada es la declaración de las Nuevas Generaciones del partido de la gaviota pidiendo que se retiren las subvenciones a uno de los eventos más famosos del verano gijonés.
Según los jóvenes cachorros de la derecha, la Semana Negra «es una escuela de verano de la izquierda, subvencionada con dinero público». Ya se sabe que usar dinero público en promocionar cosas de letras es perder el tiempo; los buenos españoles deben invertir en consolidar la fiesta de los toros, la Semana Santa, los juegos con aviones de guerra sobre nuestras cabezas, la caza, y otros acontecimientos de similar calado intelectual y honda raigambre patria.
Estos muchachos (y alguna muchacha despistada) están lo suficientemente estudiados como para saber analizar el evento desde ese punto de vista que les gusta tanto, la rentabilidad. Aportaba Ángel de la Calle en la presentación de este año, que un vídeo de una edición anterior había tenido 40.000 visitas en Internet, y quienes lo descargaron tuvieron que ver, obligatoriamente, el anuncio de Gijón en verano. ¿Cuánto costaría una campaña publicitaria que garantizara tal número de impactos?
Por otra parte, deberían preguntar a sus amigos los hosteleros, ese sector del gremio tan quejoso de suyo, si votarían a favor de suprimirlo. Seguro que refrendarían su existencia eterna —aunque estallaría una guerra civil para ver en qué zona debería ubicarse—. Siguiendo con las palabras del director: «El pueblo de Gijón ha votado con los pies. Nos ha seguido a todos cuantos sitios hemos ido». Democracia pedestre. ¡Tan significativa!