Stradivariusón, y fin de fiesta
Asturias no tan negra

Arantza Margolles
2022-07-17
Se acabó la Semana Negra y Gijón se nos queda un poco más triste. Nada a lo que no estemos acostumbrados, porque perder es lo nuestro. Al fútbol, por ejemplo. A lo de la ciudad más limpia. O a los rankings de las playas con mejor temperatura fuera y dentro del agua. Se queda triste Gijón y bastante será con que no se nos nuble el cielo y se nos ponga a llover en pleno mes de julio. O que no se nos nublen nuestros corazones de grandones (y, sin haberlo deseado, me ha salido… un pareado) como se nublaron en el otoño de 1972, cuando creímos ser propietarios de un violín Stradivarius, pero no. Ah, ¿que no sabían esa historia? Pues yo se la cuento. Ocurrió, fíjense, en la Providencia. Que no era la Providencia que conocemos hoy día, con sus vientos agitando las cañas de los árboles, parejas toqueteándose ante la costa y parapentes sobrevolando la peña telúrica. Allí, en 1972, más bien había un vertedero ilegal, y en ese basurero improvisado a veces se quemaban cosas. En uno de esos incendios improvisados, apareció un violín con una etiqueta que aseguraba haber sido hecho por Antonio Stradivari en 1721.
¡La pucha! De aquella ya lo decía Mafalda pero lo repetimos, como loros, nosotros. ¿De dónde había salido semejante pieza? La cosa salió en los periódicos, conservadores a la hora de tirar cohetes, que definieron al violín como de «presunto Stradivarius», pero, sometido el instrumento a la valoración de una comisión expertos, pronto se dirimió que ni era del genio de Cremona ni tan siquiera tenía un valor especial. Más bien era una imitación —y pobre— procedente de Francia (para más inri), perpetrada, probablemente, a finales del siglo XIX. Que hoy parece mucho, pero en 1972 era solo ochenta años atrás. Ya lo ven: todo un coitus interruptus este del Stradivarius que pudo ser gijonés. Lo hubiéramos renombrado como Stradivariusón y exhibido en el Centro Cultural de la Tabacalera… ah, no. Que todavía no. Bueno. Pues así se nos ha pasado una edición más de la Semana Negra, qué les parece. Literatura de la buena y variada, como este ramillete de historias que me encargaron traerles a ustedes y que así cierro hoy. Consummatum est.