Su Majestad el Gochu
La penúltima de Teobaldo

Teobaldo Antuña
2022-07-15
Quiero aclararlo, no vaya a ser que NNGG, PP y Foro me metan a la justicia por desacato e injurias a la Corona: estas líneas se refieren al marrano, simpático mamífero artiodáctilo del grupo de los suidos, como útil protagonista gastronómico. Sepan quienes nos visitan que en Asturies fue tradicional que cada familia criara un gochín, mejorando lo presente; quizá por ese motivo me resultaba familiar la jeta de la foto.
Se los tenía en estima, porque un cerdo bien criado, bien matado y bien embutido garantizaba todo el año la tranquilidad alimentaria. Esta razón permite comprender la angustia de aquel casín que erró en la puñalada. Estábamos en Tanes y los de la casa de al lado se pusieron a sacrificar el puerco; con todo previsto para la ejecución y el despiece, erró el paterfamilias en la puñalada mortal. Es muy importante darla bien, para que se desangre adecuadamente; caso contrario, amén de desbaratar las carnes, produce en el animal un sufrimiento insoportable. El pobre bicho atronó de gritos la aldea y el mal puñalero no sabía dónde meterse: «¡Que no se entere la muyer, que me mata!».
Cuando en las celebraciones de los pueblos se recitaban monólogos, había uno acerca de la burla a los fielateros. Eran los fielatos una institución medieval del sistema franquista, que obligaba a tributar por el paso de mercancías de un municipio a otro. La picaresca para burlar a los empleados era variopinta. Es el caso que, para pasar un cerdo al mercado de Sama, no se les ocurrió mejor cosa a dos ciudadanos que ponerle chaqueta, camisa, corbata y boina, y sentarlo en el coche entre ellos. Pasada la inspección a salvo del arbitrio, uno de los funcionarios burlados se ríe del aspecto del tercer pasajero: «¡Oye, Pin! ¿Fijástete nel del mediu, la cara gochu que tien?».
Bueno, pues en la Semana se encuentra, entre otras especialidades, un asador de cerdos que espantaría a toda una sinagoga y haría las delicias de la Cofradía del Colesterol. Para digerir el condumio, hay tabernas que han puesto de moda el mojito; incluso una de ellas lo ofrece al módico precio de 1,50€. Me han contado cómo lo logran en estos inflacionarios tiempos, pero he prometido mantener el dato como si fuera afectado por la actual Ley de Secretos Oficiales.
Lo cumpliré con el mismo rigor que hoy desvelo —como prometí ayer— la conversación de la veterana que vende romero y el veterano a quien proponía leer la buenaventura. No me he enterado bien, pero me parece que la señora también se dedicaba a la gastronomía, porque inmediatamente antes de proponerle matrimonio le decía: «¿No quieres probar mi castaña?».
Estuve pensando seriamente si mantener esta frase, no vaya a ser que se publique este número en horario infantil, pero observo que unos pasos más adelante del asador de cerdos (con perdón y mejorando lo presente), hay carteles al público ofreciendo erotic wafles, para el nene y para la nena. Se trata de dulces con las formas de los órganos sexuales masculino y femenino, y publicidad muy directa, «cómetelo enterito». Hicieron su primera aparición por estas tierras a la sombra de la catedral de Oviedo, el corregidor y los funcionarios de la ciudad inicial del Camino, en sucesivas inspecciones, no encontraron norma que pudiera impedir semejante llamamiento contumaz a la concupiscencia. Si el deán no pudo cerrar la tienda, hay bula para chuparlos.