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Tal como éramos

Pepe Gálvez
2022-07-11

¿Ficción o no ficción?

Estábamos presentando Cava y calla en la librería Joker de Bilbo, cuando un asistente me preguntó qué diferencias veía yo entre el cómic de ficción sobre nuestra memoria histórica y democrática y realizado mediante la biografía o autobiografía. Nunca me había planteado la cuestión en esos términos, pero pensando esencialmente en el periodo de la dictadura y teniendo en cuenta las lecturas realizadas en uno u otro sentido, surgió una primera respuesta. Y así puse, por un lado, en valor el componente de compromiso con la obra que he percibido en las novelas gráficas de no ficción. Mientras que, por otra parte, tuve que dejar constancia de mi particular y parcial decepción con la buena parte de los relatos gráficos ficticios que han tratado ese periodo de nuestra historia. Una visión crítica que nace de la extrañeza y falta de credibilidad que me han provocado la descripción de determinados hechos, personajes o ambientes, desde la perspectiva de mi propia experiencia. Es lo que tiene acumular muchos años y conservar la capacidad de recordar. En cambio en algunas páginas de Paracuellos, Barrio, El arte de volar, El ala rota, Dentro, Cuerda de presas, Jamás tendré veinte años, Las guerras silenciadas… he encontrado el eco de ese tiempo, las palabras, atmósferas, temores, silencios, resistencias, terror, valentía, o sea de muchos relatos callados, olvidados o marginados. Sus secuencias, páginas y viñetas contienen múltiples retazos de vida que al reunirlos componen un retrato creíble de la vida de los derrotados, de los supervivientes de la frustración y también de las múltiples formas de solidaridad y resistencia.

Ecos e interferencias

No pretendo, ni de lejos, resolver en este artículo la cuestión de fondo que me fue planteada. Pero si que me he permitido, con un poco más distancia temporal, intentar hilar más fino en la comprensión de esa particular lejanía entre la ficción y la realidad. Y he llegado a la conclusión de que esas obras ficticias están realizadas generalmente (hay excepciones como las de Tito y Felipe Hernández Cava) por personas que no vivieron, ni conocieron de cerca aquellos años. Esta distancia temporal, tan natural como mi acumulación de años, conlleva un peligro de distorsión, ya que al mirar hacia atrás se suele hacer a través de relatos preexistentes sobre lo sucedido en aquel entonces. Relatos que están mediatizados por el paso del tiempo, pero también, y sobre todo, por las interpretaciones ideológicas dominantes no sólo en los cuarenta años de la dictadura, sino también en los de la recuperación democrática. Recordemos la tremenda divergencia en la valoración de la ciudadanía francesa, según el momento en que fueron preguntados, sobre quién puso más en el fin del nazismo. Al final de la segunda guerra mundial era la URSS el estado al que se otorgaba ese mérito. Muchos años y películas de Hollywood después, eran los Estados Unidos los que merecían esa gloria. En nuestro caso el silencio, el olvido programado y la manipulación del pasado han creado un tramado de desconocimiento y visiones sesgadas que actúan como lentes deformadoras de nuestra mirada. Así, se ha impuesto la visión de inevitable guerra entre hermanos sobre la de un enfrentamiento bélico provocado por un golpe de estado al servicio de los sectores poderosos de la sociedad. También se ha despojado al maquis, la guerrilla antifranquista, de sus motivaciones ideológicas y se les ha reducido a aventureros, cuando no a bandoleros. Además, se ha reducido drásticamente, cuando no obviado, el componente del miedo, del terror impuesto a la sociedad. Y se ha ocultado, escondido, ninguneado la existencia de la oposición antifranquista, de la militancia democrática, especialmente la del tardofranquismo.

La militancia antifranquista que sí que existió

Se ha querido imponer la visión de que Franco murió en la cama para ocultar que la dictadura ya había sido derrotada, ya no servía como forma de dominio, porque la libertad ya se ejercía en las fábricas, las calles, las universidades… Por una minoría, sí, pero que en palabras del historiador Pere Ysàs era una «inmensa minoría» ya incontrolable por la represión.

Me voy a permitir un inciso para definir un poco más en que consistía esa «inmensa minoría». Lo haré tomando como referencia las sentencias del Tribunal de Orden Público (TOP), jurisdicción encargada, como su mismo nombre indica, de la represión de la protesta social y política desde 1963, poco después del asesinato legal de Julián Grimau, hasta 1977. Los profesores de la Universidad Rey Juan Carlos Sara Núñez y Raúl Ramírez en La oposición al franquismo en las sentencias del TOP: organizaciones políticas y movimientos sociales en un estudio de las sentencias y los sentenciados nos informan de que el 53% de los delitos juzgados por el TOP se encuadran en la oposición protagonizada por las clases obreras, seguida a mucha distancia por la nacionalista con un 23% (73% vasco) y la universitaria, con un 15%. Ese 53% molesta en el relato que ningunea cualquier atisbo de protagonismo, de aportación a la sociedad, de valores a reivindicar… de esas clases subalternas. Si además resulta que el 90% de los condenados por el TOP eran de ideología comunista, se puede intuir aún con más claridad el porqué del olvido y marginamiento de esa realidad. Una realidad a la que nos acerca una obra, poco reivindicada, de Carlos Giménez: Rambla arriba, Rambla abajo… Ubicada en 1964, el de los 25 años de paz en la propaganda de la Dictadura, la acción transcurre en el marco, único y plural, de las Ramblas barcelonesas. Un paseo que en esa época era un escenario por el que fluía una vida ciudadana variada e intensa, especialmente al caer la noche. Y ahí encontramos una secuencia, sencilla pero muy explícita, de lo que significaba militar contra el franquismo. Pablito, el protagonista, alter ego del autor, es convocado por una amiga para acudir a una reunión de la Asamblea permanente de intelectuales. Una simple reunión, pero que implicaba un alto grado de compromiso, como evidencia la respuesta que ella da a la pregunta de Pablito sobre lo que les puede pasar si les detienen: «Depende: ostias, comisaría, interrogatorios, multa, retirada de pasaporte, unos días a la sombra… Con mala suerte, un poco de todo». Esa viñeta y ese bocadillo son una ventana y una contraseña muy adecuadas para viajar hasta esas vivencias sometidas a lay del terror. Un tiempo que aún es nuestro, un pasado que aún nos condiciona.

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