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Tebeos, apocalipsis climático, conciencia de clase y poesía


2021-07-18

 

Fueron diversas las actividades que ayer se desarrollaron en la Carpa del Encuentro, donde la tarde comenzó con un conversatorio sobre por qué se odian o se aman los cómics, que, conducido por Yexus, contó con la participación de Ignacio Fernández Sarasola y Pedro Arjona. Se habló sobre la censura de cómics; sobre la persecución de este sufrido género, con algunos hitos luctuosos como los atentados contra Charlie Hebdo o el reciente llamamiento, por parte de Vox, a tomar la palabra contra la revista El Jueves. Hay deleznable censura de derechas, pero también, a juicio de Arjona, algunas «sorpresas de tipo moralista» por parte de la izquierda. El cómic ha sido siempre perseguido de un modo u otro, reflexiona el autor del cartel SN de este año: «El poder tiene siempre miedo a los disidentes, incluso al que se mueve un poco en la foto», aunque de sus tiempos de clandestinidad rememoraba el veterano historietista que la censura «motivaba también darles más vueltas a las cosas y contarlas con una tapadera que al fin y al cabo enriquece». Fernández Sarasola, profesor de derecho constitucional, amante del cómic y experto en este mismo tema de la censura del noveno arte, explicó cómo «cada vez que surge un nuevo medio de ocio, hay una respuesta social y de las autoridades. Antes de que se diera la campaña anticómic ya había campañas contra el ragtime, contra el jazz, contra el rock&roll… Después de los cómics estuvo la televisión, antes estuvo el cine, donde se había aprobado el Código Hays, y luego los videojuegos: siempre encontramos algo que demonizar». En cuanto a los ataques que el cómic sigue recibiendo, el profesor lamentó la menor «valentía» que a su juicio exhiben hoy los historietistas con respecto a los de la Transición. El cómic, apuntó, «hoy es muchísimo más conformista» que en aquel tiempo en el que se tenía el coraje de «publicar cosas sobre sexo, sobre drogas» que todavía se enfrentaban a las sanciones penales y administrativas del régimen franquista, legislación mantenida en los primeros años de la democracia.

Media hora duró este conversatorio, que dio paso, a las 18:30, a la presentación de Algo ahí fuera, de Bruno Arpaia. Una novela sobre el cambio climático, ambientada en el año 2080: «Llanuras agrietadas, riberas de barro seco, ríos áridos, polvo amarillento, casas y naves industriales abandonadas. En la Europa que se aproxima, devastada por el cambio climático, decenas de miles de emigrantes ambientales marchan en dirección a Escandinavia, que, junto con las otras naciones cercanas al círculo polar ártico, se ha convertido en el territorio de clima más suave y más favorable para los asentamientos humanos». Un escenario, apuntó Arpaia, «apocalíptico», pero «muy realista»; el escenario que «nos dicen los científicos que llegará dentro de unas décadas si, y subrayo si, seguimos no haciendo nada en contra de la crisis climática».

A las 19:00, y durante una hora, se presentó Conciencia de clase: historias de las Comisiones Obreras, un libro doble realizado por varios autores de entre los cuales tres, Unai Sordo (secretario general del sindicato a la sazón), Aitana Castaño y Marta Sanz, estaban presentes ayer para desgranar sus claves, presentados por Úrsula Szalata, que presentó la obra como animada por la pretensión de «sacar el sindicato de lo interno y trasladarlo afuera y dar la imagen de lo que realmente somos: trabajadores hombres y mujeres que necesitamos mejorar los derechos de las personas». Comentaron los invitados qué les llevó a escribir sus relatos: así, por ejemplo, para Marta Sanz, la motivación fue la rabia por cómo «el sindicalismo y en general la militancia y los trabajos de las personas buenas que se comprometen con los problemas de la sociedad en la que viven son percibidos como acciones demoníacas; como si los buenos ciudadanos, las buenas ciudadanas, fueran siempre las mayorías silenciosas». Sordo explicó que la idea del libro surgió un día, tomando cervezas, hablando de las hegemonías; de cómo se construyen los relatos en las sociedades y cómo, por ejemplo, tres encuestas realizadas en diferentes momentos desde los años cincuenta hasta hoy en Francia, sobre quién consideraban los encuestados que había sido el país determinante en la victoria de la segunda guerra mundial, el primer puesto arrollador de la Unión Soviética en la primera investigación fue dando paso al de Estados Unidos con el correr de los años. Una transformación que no se debió a una ofensiva historiográfica, sino a una «potentísima» industria audiovisual, desplegada en películas y series. Hacen falta los sindicatos, estuvieron de acuerdo ayer los asistentes en consignar: «Yo no conocí en mi vida», bromeó Castaño, «a ningún empresario que fuera una oenegé», y cuando a uno le quitan o le intentan arrebatar sus derechos, tiene que plantarse. «Si las mujeres que vivían en los años sesenta en las cuencas mineras estaban cagadas, e iban para casa a hostias, pero luchaban», nosotros debemos hacerlo con muchísima más razón.

A las 20:00, Luis García Montero y Martín López Vega ocuparon el estrado de la Carpa del Encuentro para un reto singular: convencer al jovencísimo Sergio de la Calle, un estudiante de física que no lee poesía, de que se equivoca no leyéndola. Fue tal vez el más audaz un apunte de López Vega, que resultó, de hecho, muy convincente para De la Calle: «Muchas de las cosas de las que estudiáis los físicos ya se encuentran presentes en la poesía: eso de que se puede estar en dos sitios al mismo tiempo, a mí me lo enseñó la poesía mucho antes que la física». Se habló de la división entre ciencias y letras; de cómo «no están reñidas de ninguna manera y una de las claves que han hecho muchas veces entorpecer el progreso y ensuciarlo es la separación entre ciencias y letras», como reflexionó García Montero, que compartió también la disertación de que la literatura, «frente a la idea mercantilista del tiempo de usar y tirar, tiene otra idea que es un relato que tiene que ver con el viejo que se sienta alrededor de la hoguera con la tribu y cuenta la historia humana que consolida la convivencia en la tribu; y cuando él muere, es otro más joven el que da un paso y sigue contando la historia». El tiempo literario «pasa en herencia»; cada generación lo hace propio y lo utiliza para responder a las necesidades de su realidad. Sergio pareció salir bastante convencido.

A las 20:00 (y con permiso de la velada poética que se celebraría de noche), las actividades en la Carpa del Encuentro concluyeron con una mesa redonda sobre 21 en XXI, la exposición SN de este año, que Marcello Quintanilha, Matz y Antonia Santolaya comentaron conducidos por Norman Fernández y Pepe Gálvez antes de procederse al ya tradicional regalo masivo de un ejemplar del catálogo de la expo a los asistentes.

Bruno Arpaia

Sergio de la Calle, Luis García Montero y Martín López-Vega

Mesa sobre cómic

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