Transgredir es lo nuestro
La Gorgona del Coroña

Pilar Sánchez Vicente
2022-07-16
Safo, Hipatia o Walladah no fueron fenómenos aislados, tan solo son nombres rescatados, exiguas representantes de otras muchas escritoras, innumerables mujeres cuya memoria ha sido borrada. Simone de Beauvoir lo dejó claro en Le deuxième sexe: «El presente incluye al pasado, y en el pasado toda la historia ha sido escrita por los hombres».
¿Qué supuso esto? Lo expresó mejor que nadie Virginia Woolf: «En todas las bibliotecas del mundo se oye al hombre hablando consigo mismo y, sobre todo, acerca de sí mismo. Si las mujeres no existieran más que en las obras escritas por los hombres, serían hombres travestidos o representarían lo que los hombres quieran o no ser. Esta es la literatura: media humanidad hablando en nombre propio y en nombre de la otra media; la mujer como objeto o musa del arte y el hombre como su único sujeto».
Desde los tiempos más remotos, las mujeres utilizamos la escritura como forma de reivindicar nuestros derechos y luchar por la igualdad. En la temprana Edad Media surgieron los memoriales de agravios como formas de protesta. En los siglos XIII y XIV se hizo famosa la Querella de las mujeres, debate político y literario que ocupó las cortes europeas centrado en nuestra capacidad intelectual y política, y que alcanzó su máximo apogeo en el siglo XV cuando Christine de Pizán se alzó en defensa de su sexo escribiendo La ciudad de las damas.
Los cuadernos de quejas fueron los precursores de dos grandes obras coincidentes en el tiempo, consideradas el albur del feminismo: Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana por Olympe de Gouges y Vindicación de los derechos de la mujer, de Mary Woolstonecraft. En este periodo a caballo entre los siglos XVIII y XIX se ubica precisamente mi última novela La Hija de las mareas.
El feminismo fue siempre transgresor; se define precisamente por romper los límites impuestos, por traspasar las barreras, eliminar las fronteras y romper las cadenas que nos impiden avanzar, progresar, ser protagonistas de nuestras propias vidas. Y siempre tuvo presencia visible en la Semana Negra: no hay más que recordar el año en que se consiguió parar el ferial para denunciar la violencia de género.
A lo largo del tiempo hubo actos y actividades diversas con mayor o menor eco, desde soltar ranas metálicas para reclamar el derecho al aborto o reunir zapatos para denunciar a las víctimas del machismo terrorista, a recoger libros y establecer premios y proyectos solidarios con las hermanas latinomericanas. No hubo edición que no tuviera espacio violeta, presencia feminista.
¡Transgresoras! nació hace cuatro años bajo la batuta del Forum de Política Feminista. Yo tuve el enorme honor de participar en la primera edición hablando de Gontrodo, una mujer excepcional para su época y protagonista de mi primera novela histórica. Y es que Transgresoras nos permite recuperar personajes desconocidos para el gran público, tanto reales como literarios, que hayan hecho suyo el objetivo de la igualdad y abierto camino en terrenos vedados a las mujeres o considerados exclusivamente masculinos.
Como bien dice Dulce Gallego, se trata de construir genealogía feminista, de hacer arqueología y recuperar para el presente referentes femeninos, poner el foco de luz sobre aquellas mujeres que rompieron moldes. En una palabra, aprender de las maestras.
Este año disfrutamos de un plantel de lujo que nos ha permitido descubrir al personaje de cómic de Maggie Chascarrillo, a la matemática Sofía Kovalévskaya y a la científica Maria Sibylla Merian.
Es un universo inagotable.