Trazos de tiza, orillas distintas, cuentos de oficio
2023-07-16
Sorprendió a algunos ayer la primera de las actividades que se desarrollaron la Carpa del Encuentro, por lo inesperado de su protagonista: Unai Sordo, secretario general de Comisiones Obreras, que este año ha venido a la Semana Negra, no en calidad de sindicalista, sino de escritor, con un libro titulado Cuentos de oficio, que presentó acompañado por Aitana Castaño. Doce son los cuentos que forman este estreno de Sordo como narrador de ficción. Los escribió durante la pandemia y tienen que ver con vivencias propias o de gente conocida, luchas sindicales con nombres y apellidos, aunque alterados para proteger su identidad; están escritos con humor e ironía, y son de oficio porque tienen que ver con el ámbito laboral, los derechos individuales y colectios y el atropello de una globalización sin límites de las conquistas de décadas de lucha; la deshumanización a que nos aboca un sistema desquiciado. Uno de los relatos, por ejemplo, versa sobre el «elemento distópico» las nuevas tecnologías: lo protagoniza un muerto del que sus amigos solo se enteran de que lo está cuando ya hace tiempo de su fallecimiento; «como su vida estaba muy regida por las nuevas tecnologías, nadie había reparado en su falta». Hay una potencialidad literaria grande, bromeó Sordo, en «esta conversación un poco de cuñaos de “en una cuadrilla, cuando sales, antes, cuando te perdías, ¿cómo te encontrabas?”».
Trazo de tiza, la obra más aclamada del historietista Miguelanxo Prado, reeditada ahora con material inédito, fue la siguiente en ser presentada ayer en la Carpa del Encuentro, donde Yexus acompañó al autor de este relato fascinante y sorprendente que pone en escena un faro en mitad del océano, una pequeña isla casi deshabitada y unos personajes perdidos que buscan sin encontrar. Prado evocó el origen de este cómic que se edita en un momento de crisis del cómic y se presenta como un «salto conceptual y gráfico», en palabras de Yexus, que cogió «fuera de juego al editor y los lectores». Recordó el historietista cómo llevaba siete años haciendo cómic al modo academicista que sus maestros le insistían en practicar y a él le desagradaba. «Cuando acabé las Crónicas incongruentes y el Montano», recordó Prado, «dije: “bueno, y ¿qué pasaría ahora si hiciese un libro, no con lo que me dijeron que tengo que tener en la mochila, sino con las cosas que yo tengo en la mochila, cosas como mis lecturas, Bioy, Borges, Cortázar, como mi formación en plástica como dibujante, como pintor…?”». Convencido de que se había ganado la confianza de sus editores después de siete años haciendo lo que se le pedía, se dijo: «Seguro que les cuela». Trazo de tiza coló. Y el resto es historia del noveno arte español.
Juan Ramón Biedma fue el siguiente autor en hacer uso de la Carpa del Encuentro para, acompañado de Paco Ignacio Taibo II, presentar Crisanta. Una novela de fantasmas ambientada en Sevilla en octubre de 1936, en la que Crisanta, la protagonista que le da título, recibe un encargo peligroso, el de localizar y entregar un tríptico del siglo XVI de Jan Van Eyck, que ha desaparecido en medio de los pillajes: si lo encuentra, la ayudarán a salir del país. Biedma evocó con viveza aquella ciudad en guerra que «durante el día mantenía la apariencia de una ciudad normal, pero por la noche era la ciudad del terror». Seis mil personas, se calcula, fueron asesinadas en el período en el que Biedma acota su novela sin que lo fueran ni por el poder judicial, ni por el policial, que tuvieron sus propios cupos de muerte: «A veces, ni siquiera los propios asesinados que eran sacados de su casa a medianoche conocían el motivo; simplemente había un coche oscuro que paraba a las tres de la madrugada, te sacaban, terminaban fusilándote en una esquina o una tapia y han tenido que pasar muchos años para que supiéramos que hubo una motivación económica o de otro tipo; motivos muy alejados de los ideológicos». Esa ciudad «que por la noche era como Whitechapel, la Inglaterra de Jack el Destripador, y de día era Disneylandia me parecía el contexto perfecto para hacer una novela», manifestó el autor.
Turno después para Miguel Barrero, que acompañado por Ángel de la Calle presentó La otra orilla. Una novela protagonizada por un escritor español que imparte en Buenos Aires un taller sobre las relaciones entre la realidad y la ficción y que allí conoce a un anciano, Horacio Llana, que le cuenta que busca en la Commedia de Dante un mapa para recorrer el Más Allá y encontrar el alma de su esposa una vez muerta, igual que Dante encontró el alma de Beatrice, así como que un profesor español, Adrián Gallinar, compartió con el la lectura de la obra y desapareció en el curso de unas investigaciones que llevaba a cabo sobre el texto dantesco. Barrero evocó el origen de la novela: un viaje a Buenos Aires para impartir un taller de escritura, igual que su protagonista, al que llegó esperando encontrarse a Borges, Bioy Casares o Cortázar, pero en el que se encontró con el autor de la Comedia. Su novela habla de literatura y de la posibilidad de que lo que la gente escribe intervenga en la realidad, algo que Dante fue capaz de conseguir: como dijo Barrero, «la impronta de Dante está en muchas cosas que nos pasan inadvertidas; la Comedia es uno de esos libros que uno ha leído sin haberlo ha leído, porque sin darse cuenta ha interiorizado muchas cosas que están en la Comedia o vienen de la Comedia».
Después de Barrero, Un año y tres meses, de Luis García Montero, un libro que reúne los poemas escritos por Luis García Montero a raíz de la pérdida de su mujer, Almudena Grandes, y que se hace la pregunta de si es la tristeza, la devastación íntima, lo que nos da la medida de nuestro amor cuando perdemos al ser amado o será tal vez la intimidad de la convalecencia una extraña forma de ternura, el último asidero de la felicidad compartida. Reflexionó García Montero que «hay quien ha anunciado el fin de los grandes relatos. Como este tiempo lo mercantiliza todo, mercantiliza también el tiempo, y parece que solo es importante la experiencia de usar y tirar; se borra la memoria, se pierde sentido a recibir la herencia del pasado, y la literatura tiene que ver con recibir las herencias del pasado, porque esa es la mejor manera de comprometerse con el futuro. Un poeta joven que empieza a escribir sin conocer la tradición literaria está condenado al fracaso. Sin embargo, si sabe recibir la herencia de los mayores, se compromete con él mismo, hace de esa herencia un valor personal, y ese es su compromiso con el futuro. Escribir es como la costumbre de la tribu de sentarse en torno a la hoguera y contarse la vida».
El último libro que pasó ayer por la Carpa del Encuentro fue Otro invierno llegará, de Massimo Carlotto, a quien acompañó Txani Rodríguez en la tarea de presentar esta novela de chantajes, corrupciones y engaños, donde todos los personajes parecen tener secretos inconfesables, consiguiendo crear un mundo asfixiante y, lo que es peor, hacernos partícipes de ello. Su sinopsis nos la cuenta así: «Bruno Manera y Federica Pesenti parecen una pareja feliz. Él es un rico heredero del valle cuya fortuna no es del todo transparente, mientras que ella es una mujer vistosa y elegante, heredera de la prestigiosa dinastía Pesenti. Un día cualquiera, Manera empieza a sufrir una serie de ataques intimidatorios que, con el tiempo, se van agravando hasta llegar a temer por su propia vida. Para ayudarlo, solo tiene a Manlio Gavazzi, un vigilante jurado con una existencia desafortunada y con excesos de todo tipo, convencido de que ciertos asuntos se tienen que resolver siempre entre la gente del pueblo. A partir de aquí, el azar empezará a jugar en su contra y nos sumergiremos en un mundo podrido, donde la amistad es una falsedad, el amor una especulación, el matrimonio un campo de batalla y la solidaridad entre compatriotas un simple pacto». Su ambientación, el lugar en el que sucede la trama, ese rico valle, es muy importante; siempre lo es para Carlotto el entorno de sus tramas, «casi tanto como los personajes». El autor explicó que «en Italia es común que valles como el que se cuenta en esta novela tuvieran un pasado agrícola y con el tiempo se reconvirtieran en distritos industriales, pero los terratenientes se convirtieran en los patrones, los dueños de las fábricas, y las relaciones sociales permanecieran inmutables; la gente con poder lo mantuviera».
Terminada la presentación de Carlotto, se dio paso al homenaje a Paco Ignacio Taibo II, que glosamos en otro lugar.