Un juez, un verdugo, mucho ‘noir’ y tragedias cotidianas
Jesús Palacios y Rakel Suárez Hernández
2024-07-08
Como si supiera el cariz que parecen ir tomando las cosas en la vecina república francesa, lució ayer el sol prácticamente toda la tarde sobre la Semana Negra y por lo tanto, cómo no, también sobre la carpa de AQ, rebosante de combativas actividades literarias y socioculturales.
De hecho, la jornada se abrió con una mesa redonda protagonizada por varios miembros del Foro Social de la Discapacidad Visual en Gijón, que se presentara en la propia Semana la pasada edición de 2023. Andrés Mayor, presidente de la junta directiva de la asociación Visión España y Ricardo Mayol García, representante del Grupo Motor del Foro, muy bien acompañados por la Consejera de Derechos Sociales y Bienestar Social del Principado de Asturias, Melania Álvarez García, se trajeron con ellos las actas que recogen las conclusiones de su último congreso, celebrado el año anterior. Hicieron hincapié todos los miembros de la mesa en la necesidad de seguir abogando por una mayor inclusión y socialización que garantice la accesibilidad a las nuevas tecnologías de las personas afectadas por la baja visión, así como su acceso a los libros y la difusión de la cultura.
Para ello, por supuesto, es urgente revisar los criterios actuales de la Sanidad Pública así como de la Seguridad Social, introduciendo una mayor amplitud de miras (nunca mejor dicho) en el reconocimiento del rango de las diferentes afecciones visuales y los distintos grados de visión que las caracterizan, muchos de los cuales encuentran todavía a día de hoy enormes dificultades para ser reconocidos y poder, por tanto, acceder a las ayudas y servicios que deberían serles otorgadas. Y es que, si hay alguien ciego de verdad en este asunto es una administración que se niega a ver la complejidad de la problemática de la baja visión tanto a nivel nacional como autonómico. Aquí, la Consejera Melania Álvarez reiteró el compromiso del Principado de Asturias con el Foro, insistiendo en ofrecer todo su apoyo para sus justas y necesarias reivindicaciones, que van de la inclusión e inserción laboral y educativa, al fomento de la cultura de proximidad entre las personas que sufren DV, facilitar el aprendizaje del braille o exigir a los museos, bibliotecas e instituciones culturales que tengan personal especializado en la atención de afectado por la DV, entre otras. La Semana Negra, por supuesto, seguirá siendo un altavoz privilegiado a su entera disposición.
A continuación, el acento lunfardo en clave futbolera y noir se adueñó del espacio AQ, con la llegada del argentino Juan Pablo de Luca, radiólogo de profesión que no hace mucho, pasados ya los cincuenta, se lanzó de cabeza a la portería marcando todo un gol literario, al publicar su primera novela protagonizada por el médico amante del balompié Juan Barbicano, Misión Tilcara, en 2017. Ahora, va ya por el sexto libro de su saga, que mezcla la intriga deportiva con la criminal, radiografiando la sociedad argentina a través de su pasión por el fútbol, conectándola con acontecimientos oscuros y traumáticos de su historia reciente. Presentado por su compatriota Juan González, de Luca explicó cómo su nueva novela, La primera estrella, publicada de forma independiente, lleva a su carismático protagonista a descubrir información secreta sobre el Mundial 78, en plena dictadura argentina.
Barbicano se mete de nuevo en problemas que le van a llevar a verse envuelto en una trama de espionaje, veteranos de las Malvinas como él mismo, periodistas, corrupción, exguerrilleros y congresistas, en busca de una verdad que al mismo tiempo exonere a los futbolistas de cualquier complicidad con un gobierno que utilizó su triunfo como baza política. Y es que para De Luca el fútbol es metáfora perfecta con que desnudar la historia secreta de su país, su obsesión por el balón pero también por la glorificación y execración de sus muertos ilustres, de Maradona a Evita, pasando por el cadáver mutilado de Perón. Como recordó Juan González: “volveré y seré muñones”. Un libro, La primera estrella, imprescindible para forofos del fútbol con un pie en el balón y otro en la novela negra y criminal.
Seguimos en territorio negro con la introducción, a cargo de la profesora y catedrática de la Universidad de Oviedo, María Socorro Suárez Lafuente, de Carmen Clara Balmaseda, que vino a presentar Donde se queman los hombres (AdN), novela con la que se ha consagrado como una de las nuevas voces de un género negro muy negro, según su presentadora, que hunde sus raíces tanto en la intriga policial como en la moderna historia de España. A través de la trágica peripecia de Miguel Expósito, abogado convocado por el asesino de su hermano Julián, Gonzalo Vegas, para que ejerza en su defensa, la autora nos va desvelando un tapiz entretejido con la sangre derramada en la cruenta y brutal Batalla de Badajoz durante la Guerra Civil, que envuelve con secretos y mentiras la amistad entre dos hombres, Julián y su supuesto asesino, Gonzalo, marcados por la homosexualidad en pleno franquismo. Una historia de esqueletos en el armario de dos familias unidas por el crimen, que amenaza con volver a convertirse en tragedia, y que abarca desde la posguerra hasta la Transición, dando oportunidad a Balmaseda para una aguda reflexión sobre la culpa, la represión, la justicia y la busca de redención.
Y es que la de ayer fue, sin duda, una auténtica tarde noir en AQ. A renglón seguido que no torcido, hicieron su aparición el multigalardonado Marto Pariente, nuevo enfant terrible de la novela negra española y manchega, junto a nuestro más avezado presentador, José Manuel Estébanez, apodado, cual si de contundente antihéroe de spaghetti western se tratara, El Juez. La cita al western no es nada gratuita si de Hierro viejo (Siruela), la nueva novela de Parente, hemos de hablar, pues el propio autor, sometido de buen grado al interrogatorio judicial, explicó su intención de construir en alguna medida o desmedida todo un neowestern crepuscular, con olor a “última cabalgada” o “último asalto al tren”. Seleccionada ya para su publicación en Francia por la ilustre casa madre del polar, la histórica Gallimard, que raramente acepta autores de allende sus fronteras, y premiada también en varios otros festivales negros, Hierro viejo enfrenta a un talludo sepulturero entrado en años, con un oscuro pasado de hitman a la espalda, con una Ma Barker manchega y su caterva de hijos y sicarios, en un duelo en la baja sierra castellana que podría ser cualquier lugar y no solo de La Mancha sino del universo mundo, a tiro limpio y golpes sucios, con aroma a Robert Aldrich y al Lee Marvin de Carne viva (Prime Cut, 1972) de Michael Ritchie.
Destacó El Juez con muy buen tino que se trata de una novela negra atípica en el panorama nacional: corta y con filo, llena de violencia pero también de humor, trágica pero divertida, que se mira en el espejo del western y hasta diríase que un tanto tarantiniana. Desde luego su autor, que aseguró tomarse muy en serio la arquitectura de sus obras, hizo alarde de un lenguaje prácticamente más cinematográfico —arco de personajes, giros de la trama, planificación y casi flashbacks— que literario, incluyendo cita directa a ese olvidado clásico de Alan Rudolph titulado Elígeme (Choose Me, 1984), que todo el mundo debería ver al menos una vez.
Supieron los dos, Juez y autor (casi pongo verdugo), abrirnos el apetito para devorar este Hierro viejo, que transcurre todo a lo largo de apenas una noche y se ofrece repleto de acción, personajes singulares, humor y suspense trepidante, que ya digo yo para mí que huele a futuro nominado al Hammett. Y es que aquí, señoras y señores, nos fiamos mucho de los franceses. Marto concluyó anunciando que se encuentra ya en la primera fase de su próximo libro, es decir: “…mirando por la ventana mientras intento convencer a mi mujer de que estoy trabajando”. Sea como fuere, y parece ser que será en Las Parameras guadalajareñas, el noir manchego triunfa más que el queso.
Aquí se truncó la racha negrocriminal y, de repente, como por arte de magia, la carpa de AQ se convirtió en recital poético y rito sagrado, entre sicalíptico y psicomágico, de manos de la poeta asturiana Montse Cuervo, quien junto a su editora, trajo consigo su nuevo libro: El canto de las luces azules (Orpheus ediciones clandestinas). La autora de El camino de Boudica, Boudica y el poemario erótico Resplandores, leyó varios de los poemas que conforman esta nueva historia, bellamente ilustrada de amores, desamores, odios y calentones que tiene sus orígenes en la mitología y las tradiciones asturianas, con sus brujas, magos, xanas y trasgos. Dedicado a su hija, Elba, quien ha contribuido con un pequeño poema de su autoría, que su implacable madre le hizo leer en voz alta desmintiendo sus quejas de “aviso que no sé leer poemas”, la autora, cuya poética erótica y sensual, está profundamente marcada por sus vivencias entre el mundo rural de Pravia y la ciudad de Oviedo, acabó por despedirse poniéndose en pie y flotando por encima de los asistentes a la carpa, levitando extática sobre sus versos, ante los asombrados ojos de todos los allí reunidos.
Por desgracia, tras el hechizo de la magia erótica y legendaria de Montse Cuervo, volvimos al reino de lo negro, pero además y por demás, no en el plano literario, sino en el más sangriento y violento de la realidad. Úrsula Szalata, Secretaria de Igualdad de Comisiones Obreras de Asturias, y el editor e investigador Joaquín Recio, acompañaron y muy bien al escritor, político y artesano gallego Carlos Portomeñe, en el acto organizado en colaboración con la Fundación Juan Muñiz Zapico, para presentar su histórico volúmen La Matanza de Atocha y otros crímenes de Estado. Anatomía de la Transición (Atrapasueños).
Tras congratularse como todos del (in)esperado giro a la izquierda que está a la vuelta de la esquina en nuestra vecina Francia, amenazando con arrancarse a cantar La Marsellesa (de lo cual libramos por los pelos), la cosa se puso seria. Porque Portomeñe, oficiando según él mismo explicó “como historiador, investigador, ensayista y detective” ha documentando en su libro, a lo largo de ochocientas páginas que no se las salta un guardia civil, todos los entresijos y entretelas que unen invisibles los asesinatos del 23 y el 24 de enero de 1977 en Madrid, incluyendo la brutal Matanza de los abogados de Atocha que presta título a la obra, con la oleada de terrorismo y crímenes de la extrema derecha en España e Italia e incluso más allá, mostrando y demostrando no sólo la existencia de una auténtica “mano negra” nacional e internacional detrás de estos, sino también y sobre todo la complicidad del Estado y sus cloacas durante una Transición más oscura de lo que pensamos, con sus secretas connivencias con la logia italiana Propaganda Due, la OTAN, la Triple A o la CIA y su nefasta Operación Cóndor.
Siguiendo el ruego de la hija de Miguel Sarabia, uno de los supervivientes de la Matanza de Atocha, Portomeñe dedicaría diez años de su vida a desbrozar el bosque de los crímenes de estado de la Transición, en pos de los autores intelectuales de los hechos, nunca descubiertos ni juzgados, reuniendo una cantidad de información abrumadora, que llevaría incluso a confirmar la identidad del asesino del estudiante y militante izquierdista Arturo Ruíz García en la misma semana trágica de 1977, información puesta en manos del diario El país… Que no sirviera para mucho habiendo prescrito el crimen. Una injusticia más que este libro fundamental pone en evidencia, abriendo los armarios llenos de esqueletos de una Transición democrática que a punto estuvo de ser una vuelta atrás al peor de los tiempos, de no mediar el esfuerzo casi olvidado de muchas de quienes se convirtieron en sus víctimas y chivos expiatorios. Pero la Semana Negra nunca olvida y AQuí estamos para recordarlo.