Vida de perros
La penúltima de Teobaldo

Teobaldo Antuña
2023-07-10
Fue el sábado un día de perros. Un poco antes del vermú, en un paseo del Muro ya atacado de acentos lingüísticos extraños al playu, una chica vestida de pija intentaba sujetar a su cánido y se explicaba ante un matrimonio con deje pijo: «Chica, en Oviedo se porta superbién, pero en cuanto lo traigo a Gijón…». «Es que aquí hay muchos, hay gente que pasea cuatro».
La superpoblación de cuadrúpedos es evidente, en Asturias hay censados más de 200.000 perros, gatos y hurones, un número casi equivalente a la población de Oviedo; en algunos distritos urbanos los niños han sido sustituidos por las mascotas; en un dato un poco atrasado aseguraba El Comercio que hay 15.000 perros más que menores de edad.
Decir que alguien lleva vida de perros se ha convertido en una frase obsoleta. Prolifera tanto el número de animales de compañía que ya se han empezado a abrir supermercados con productos para ellos. Según datos oficiales de la mayor multinacional de la alimentación, el peso de productos para mascotas supera en su volumen de negocio al de los humanos en muchos países; incluso ha ganado importancia en naciones africanas con problemas de hambruna.
Pasear un can tiene beneficios terapéuticos probados para niños con problemas o para personas con depresión, sin embargo, para algunos es la declaración pública de su complejo de inferioridad, llevan por la acera bichos terribles, con cara de asesinos, cocodrilos disfrazados, para dejar constancia de que son machos, machos.
No hay muchas mascotas de paseo por la Semana; lógico, con la aglomeración de personas y los niveles de ruido. Una reflexión de la novela El guardián entre el centeno (J. D. Salinger) se convertía en entretenimiento de conversaciones entre sus jóvenes lectores: «¿A dónde van los patos de Central Park en invierno?». La pregunta puede hacerse en versión propia: puesto que es obligatorio venir a la Semana Negra, ¿dónde deja la gente a sus cuadrúpedos, entretanto?
El mismo sábado encontré la solución: en su propia, específica fiesta. El cartel anuncia doce horas de diversión canina, con photocall, música de todos los estilos, pinchos variados y abundantes sorpresas. Solamente dos peros (con una sola erre, por favor): a) Una celebración un tanto discriminatoria, no se admiten gatos. b) La organización, al igual que la concejala boca chanclas de Gijón, no admite música en asturiano.