Volando fueron
Mujeres trabajadoras

Arantza Margolles
2023-07-09
No siempre tuvimos los pies en la tierra, eso es verdad. Y a Dios gracias. ¿O es que se conduce un avión con otra cosa que no sean las manos? Pues que se lo pregunten a Manuel Chaves Nogales, periodista de pro, con entrada en la Wikipedia incluso, octavo Premio Mariano de Cavia en 1927. Un premio, por cierto, que solo ha ganado una mujer. Fue María Elena Cruz Varela, en 1996. 103 años lleva celebrándose el galardón, pero en fin: lo de Chaves. Ganó el Cavia gracias a una mujer, Ruth Elder, que en el otoño de 1927 llegó a bordo de una aeronave a España, en olor (no, no se dice loor) de masas, y que le inspiró frases, en su crónica para El Heraldo de Madrid, como la de que «la gracia adolescente» de la Elder (25 años tenía) olía al «sabor ácido de la fruta verde», que la aviadora era una «nadería» sobre toda la magnificencia del Atlántico y que lo tenía guapo todo, salvo las manos, que eran feas, «como si no las tuviese», de tan trabajadas y con callos y manchadas de aceite y «torsionadas por las llaves», «brazos y manos deformados de muchachito aprendiz de chófer; como si no los tuviese», que no tiene brazos la Elder, vaya, la venus de Roosevelt Field, «como la de Milo», decía Chaves, y ganó el Cavia.
Pero nosotras a nuestro rollo, como ha tenido que ser siempre. Que, si no, de qué. Para ese entonces, dijera lo que dijera Chaves, andaba ya en tratos con el aire Amelia Earhart, poca broma; de las mejores pilotos, en genérico, del mundo. Faltaba aún para su trágico final, del que aquí casi ni nos enteramos porque andábamos sumidos en otras lides gracias, en parte, a señores que olían a cualquier cosa menos a fruta verde y que un año atrás habían volado, maldito sea el día, de Marruecos a España para dar un golpe de Estado. Uno de ellos, por cierto, no sobrevivió al vuelo. Según algunos historiadores solventes, Sanjurjo se mató por la impericia de su piloto, Ansaldo, que sobrevivió; ningún documento nos ha quedado para certificar si tenía manos bonitas o no. Cuestión aparte, aquí tuvimos también una muchacha de altos vuelos, o casi, porque María Bernaldo de Quirós era madrileña pero llanisca de sangre. En 1928, un año después de lo de la Elder, fue la primera mujer en obtener el primer título de piloto. La entrevistaron para Estampa y gracias a eso nos enteramos de que tenía los ojos muy bonitos. Lo más de lo más, «unos ojos inusitados en la aviación». Hasta maquillada la retrataron, para demostrar que, a pesar de todo, era una mujer, mujer. Vive Dios.