Luis Sepúlveda vino a Gijón para participar en la Semana Negra de 1992, se enamoró del Cantábrico y decidió hacer de él su hogar y el de su compañera, Carmen Yáñez. Se instaló aquí para siempre y puso su talento al servicio de esta ciudad, en la que impulsó numerosos proyectos que enriquecieron su renombrada agenda cultural. El COVID-19 arrebata ahora a las letras españolas a uno de sus autores más vendidos y queridos, huérfanos a millones de lectores, y esa ausencia va a hacerse especialmente lacerante en este festival en el que, a lo largo de los años, se hizo cotidiana la participación del escritor chileno, que presentó sus obras y las de otros y participó en decenas de mesas redondas.
Tan activo política como literariamente, con él se pierde además a un hombre comprometido con causas justas de emancipación,a quien la dictadura de Pinochet encarceló y exilió de su país por su vinculación a la luminosa revolución pacífica del doctor Allende. Apenados por la pérdida, quienes componemos la organización de la Semana Negra queremos extender con esta nota su más sentido pésame a sus allegados y amigos.