Txoria txori
Tribunas semaneras

Abel Aparicio
2023-07-14
Supongamos que una tarde de julio, vislumbrándose el ocaso, cuando el sol anaranjado desliza sombras alargadas, nos sentamos en la terraza aledaña a una estación de tren sembrada de mesas, sillas y césped. Supongamos que mientras esperamos la llegada de ese tren, repasamos los últimos libros leídos: AZCA, de Alba Flores Robla, El hombre mojado no teme la lluvia, de Olga Rodríguez, Feminismo para principiantes, de Nuria Varela y el que ocupa la mesa, GOZO, de Azahara Alonso, una mesa con vistas a la vía férrea y a un horizonte montañoso. Supongamos, ya para finalizar, que esa estación se encuentra en Brañuelas, donde un mural ilustra la vida de las mujeres del pueblo que, como en tantos lugares, demasiadas veces es ignorada. La localidad cuyo topónimo bebe directamente de la lengua asturleonesa. —braña: terreno comunal de pastos situado en zonas altas donde se lleva el ganado en verano— se sitúa al sur del Cordal. Una cordillera que más que separar desde tiempos inmemoriales cismontanos y trasmontanos, los une en formas de vida, organización, lengua y costumbres.
El viajero, al escuchar el pitido del tren, cierra el libro, coge su mochila, sube al vagón correspondiente y se sienta mientras la locomotora se pone en marcha destino a la capital de la provincia, León. Una vez allí, con las farolas iluminando las calles estrechas del Barrio Húmedo, podría dirigirse a la Taberna El Cuervo y encontrarse en su estantería con la trilogía de Josefina Aldecoa, Ángeles oscuros de Elena Santiago o los poemas de Manuela López García. Entre tapa y tapa también sería posible mantener una enriquecedora conversación con Julio Llamazares, poeta del agua y de la tierra. Ya con el sol lavándole la cara a la mañana y peinando los tejados, otro tren, este con destino a Xixón, llevaría al viajero a la villa que acoge la XXXVI edición de su Semana Negra. Entre una oscura nebulosa que pretende oscurecer la ciudad y trasladarla a tiempos lamentablemente no olvidados, la Semana Negra pretende mostrar Xixón al mundo y a sí misma. Una semana en la que la novela negra, pero también la histórica, el cómic, el cine y el entretenimiento giran en torno a su piedra angular, el libro. Una feria especial, desde su ubicación, el antiguo astillero de la ciudad, hasta las atracciones, puestos de comida y entretenimiento que año tras año dan vida a este encuentro literario al que merece la pena acercarse.
Son tiempos estos, como dije, encapotados por una fina lluvia que se desliza sobre nuestros cuerpos en forma de una censura no solo autoimpuesta, sino directamente ordenada. El fin, erradicar todo acto que se salga de unas directrices aplicadas por el miedo. El músico y escritor Mikel Laboa dejó para la posteridad una letra que a día de hoy luce las galas de himno: «Hegoak ebaki banizkio/ nerea izango zen,/ ez zuen aldegingo./ Bainan, honela ez zen gehiago txoria izango/ eta nik txoria nuen maite». O sea:«Si le hubiera cortado las alas,/ habría sido mío,/ no se habría ido,/ pero así habría dejado de ser un pájaro/ y yo lo que quería era un pájaro».
Lo dicho, acérquense a Xixón, disfruten de la literatura y rompan los diques que pretenden reducir nuestra visión, porque la lectura, claro, sirve para eso, para ampliar nuestra forma de ver y de entender el mundo.